Son casi las once de la noche me encuentro tumbada en el sofá del salón vestida con una ligera camisa larga morada y mi collar, estoy mirando al fondo del largo pasillo, veo la puerta de mi cuarto con la luz encendida, a través de su cristal puedo distinguir una alta silueta que reconozco al instante. La puerta se abre y frente a mi está mi Amo con los brazos cruzados sobre el pecho con la mirada seria y dura posada sobre mi cuerpo. Bajo la mirada lentamente recorriendo su anatomía, me gustan sus brazos, son firmes y autoritarios además de protectores y tiernos, en ellos me siento segura. Me gusta perderme en su fuerte abrazo, es como si ahí dentro nada malo pudiera pasarme.
El Amo da media vuelta dirigiéndose hacia la cama, yo no lo dudo un segundo me levanto del sofá y recorro el pasillo a gatas hasta mi habitación. Él me espera de pie al borde de la cama se acerca a mi, me coge del pelo sin miramientos, me tira sobre la cama y con voz firme me ordena que me ponga a cuatro patas.
Obedezco sin rechistar, no es bueno hacerle enfadar. Con una mano me agarra de las caderas, tiene un tacto cálido algo que puede despertar en mi toda la ternura del mundo o ponerme muy cachonda según el momento, hoy es día de la segunda opción. Con la mano libre comienza a azotarme las nalgas, no puedo evitar que los gemidos de dolor y placer se escapen de mi garganta, a mi Amo le gusta escucharme.
El Amo deja de azotarme y me pasa la mano suavemente por la zona enrojecida, parece contento al ver la forma de sus manos marcada sobre mi piel. Se desliza por mi espalda hasta llegar a mi cuello, una pequeña caricia, me tira del pelo haciendo arquear mi espalda.
-Eres mía para siempre, no lo olvides nunca ¿entendido zorra?-
-Si mi Señor, entendido.-
El Amo me agarra con firmeza de las caderas, clavando en ellas sus dedos, me hace daño pero me gusta, es entonces cuando comienza a follarme de forma salvaje, con profundas embestidas, poseyéndome, usándome para su propio placer. No puedo evitarlo, me encanta, estoy muy mojada, muy cachonda. Ahora del fondo mi garganta sólo salen gemidos de placer.
Suena el teléfono, que me saca de mi magnífico sueño, enfadada y somnolienta respondo al maldito aparato.
-Hola gatita ¿cómo estas? Tienes una voz rara ¿Te estabas masturbando zorra?-
-No mi Señor sólo estaba dormida en el sofá.-
-Bien tócate el coño y dime como estas.-
-Mojada mi Señor, porque estaba soñando con usted.-
-Así me gusta, te dejo pues para que puedas seguir con tus sueños.-
Me cuelga, yo me levanto del sofá, me re-coloco el collar que se había enredado en el pelo y me dirijo a mi cuarto. Allí me tumbo sobre la cama, cojo el chupete que me ordenó comprar un mes atrás y comienzo a masturbarme recreándome en el sueño que acabo de tener, él cual termina con el pene de mi Amo dentro de mi pequeña garganta llenándome con su rica leche...mm...excitante.