Mi primer Amo tenía 12 años:
Mi primer Amo apareció mucho antes de que yo conociese el verdadero significado de esa palabra. Era una compañera del colegio. Teníamos 11 años de edad y ella acababa de llegar a Canarias desde la península. Como en todos los colegios, la crueldad de los niños es algo que no se esconde porque aún no sabemos ser hipócritas y esta niña, a la que llamaré Ana, fue injustamente tratada por todos los demás. Yo, que me habían educado en una moral cristiana, de respeto, caridad y amor al prójimo, decidí hacerme su amiga incondicional, creyendo que estaba haciendo lo que tenía que hacer, según mi educación. Nos hicimos buenas amigas, quizás demasiado.
Nuestra amistad se hizo aún más fuerte por el odio que suscitábamos entre nuestros compañeros, que nunca entendieron mi reacción de ir en contra corriente, y Ana se convirtió en mi única y absoluta amiga.
Poco a poco, Ana comenzó a estar en todas partes, en el colegio, a la salida del colegio, los fines de semana en mis Hobbies…y también comenzó conmigo un juego cruel que un año más tardes me haría tomar una decisión que por fortuna fue remediada a tiempo. A Ana le gustaba bloquearme, me llevaba a un escaparate a mirar ropa y me preguntaba cuál de aquellas prendas que se exponían me gustaba más. Da igual la que yo eligiese, porque ella siempre estaba en desacuerdo y esto le provocaba una especie de ira que caía sobre mi. Yo, aterrada, trataba inútilmente de mantener mi dignidad, y me defendía, pero no fue hasta un tiempo más tarde que me atreví a ir en su contra. Mientras tanto a Ana le gustaba hacerme comer cosas que yo odiaba delante de toda su familia para que no pudiese decir nada. Si sacaba mejores notas que ella en el colegio o si perdía jugando al pañuelito me daba puñetazos en el estómago. Me hacía quedar mal delante de todo el mundo y para todos yo estaba dominada y eso me hacía sentir miserable.
Hacía todo lo que ella quería, vestirme igual que ella, comer lo mismo, tener los mismos gustos y juegos e incluso dejar mi único sueño, la danza, porque de ningún modo ella deseaba que yo tuviese algo que fuera sólo mío. Le gustaba mi sufrimiento. Disfrutaba cuando veía mis ojos suplicantes pidiendo sin palabras que dejase de humillarme o de golpearme, insultarme y gritarme. La temía, la temía tanto que aún me duele. Recuerdo que los mejores momentos de ese capítulo de mi vida fueron los meses estivales en lo que ella volvía a la península para ver a su familia y yo podía volver a ser yo, sin miedo, sin angustia, sin dolor.
Con el tiempo, empecé a enfermar de tristeza, y perdí el sentido a mi vida con apenas 12 años. No veía ninguna salida a mi infierno, excepto la plácida, tranquila y sosegada muerte de la que escapas de todos los tormentos de la vida terrenal, tal y como reza la obra “Hamlet”, sólo que en mi caso yo no temía morir. Así que un verano lo hice, decidí quitarme la vida. Lo calculé todo: Cuándo, cómo y dónde llevaría a cabo mi suicidio.
Fue terrible despertar en el hospital y ver la cara de mi madre preguntándose por qué una niña, su niña, de 12 años había decidido quitarse de en medio. Para mi, en cambio, había una explicación lógica: yo no era una asesina, así que cómo no iba a matar a Ana decidí morir yo. Pero no morí. Mis padres me vieron desmayada en el suelo de la cocina y me llevaron a urgencias donde me practicaron un lavado estomacal y me ingresaron unos cuantos días.
Un año más tarde me armé de valor y rompí la relación con Ana y unos muchos años más tarde mis fantasías sexuales tocaban siempre el tema de la humillación. Fue por eso por lo que durante largo tiempo negué el BDSM, porque estaba segura de ser una víctima de un trauma infantil. Ana me marcó mucho y lo que aún no consigo entender es por qué no me rebelé.
Ana fue mi primer Amo. Una Ama destructiva, cruel y sádica. Nunca jamás he sentido tanto miedo con nadie venga de donde venga y haga lo que haga. Ana no era más fuerte físicamente que yo, y sin embargo consiguió esclavizarme.
Esta es una historia rara y mi primer encuentro con la dominación aunque mal entendida.