Es sábado por la mañana, aún me restan algunas horas para terminar mi turno, Dios, como odio servir alimento a los demás, aguantar impertinencias de mis jefes...en mi opinión un matrimonio que hace bastante que no se desahoga en el lecho...yo podría enseñarle verdadero fuego...Ya estoy de mal humor, así que esta noche tocará citar a mi siervo para relajarme y descargar mis tensiones. Un email es suficiente para llamar su atención, todo el día con el ordenador trabajando...no, hoy no, hoy me complacerá. Aún está verde, pero aprende rápido.
Le informo que su señora está cansada y quiere determinadas atenciones al llegar a casa."Quiero la habitación ordenada y limpia, como a mi me gusta. Saca las cajas y coloca ordenamente nuestros juguetes y con simetría las cadenas" Me encanta la simetría y el orden, me siento con poder, con control..."Duchate y hazte una coleta bien firme, que tire de la piel de la frente. Me recibirás descalzo, con los vaqueros, sin ropa interior, pero con tu correa puesta en la entrepierna, más te vale que esté bien apretada. Cuando me oigas llegar te pondras inmediatamente de rodillas en el recibidor de casa, no me mires y ponte las esposas para atarte y empezar a jugar cuando llegue. Ten preparada la lista de reproducción con las canciones que te di, te haré sufrir a buen ritmo, a mi ritmo..."
Tras unas lineas más con otras indicaciones me doy por satisfecha y deseosa de la llegada a casa.
(...)
Subo las escaleras, el edificio está en silencio, un silencio roto por el sonido de mis tacones avanzando por cada escalon y de repende alguien corre con fuerza y en un instante para. Sonrío para mí misma, está preparado para mi...
Abro la puerta y alli está, arrodillado, con la cabeza baja y me saluda...
-Buenas tardes, Ama. A sus pies.
-Buenas tardes. Sigueme, perro.
Me voy quitando la ropa mientras camino por el pasillo y él, obediente, me sigue a cuatro patas hasta la habitación. Allí, junto a la cama, está todo lo necesario para tener una buena sesión: las fustas, las cuerdas, las cadenas...todo.
-Me duelen los pies, llevo todo el día de pie. Ya sabes que deseo.
-Si, mi señora.
Coge el aceite corporal y se pone delante de mi, me alza una pierna, me quita la bota y apoya el pie en su pecho.
-Besalo.
-Si, mi señora.
Sus labios y su lengua manifiestan el placer que obtiene al tocarlos...
Me relajo y para completar me enciendo un cigarrillo. El ordenador está preparado. Activo la grabación de la cámara situada en una esquina del cuarto y acto seguido pongo la música a sonar. Hoy me inclino por la clásica, es perfecta para desconectar. Mi sumiso comienza a besarme las piernas, me incorporo de golpe. Sabe que se ha adelantado y ha actuado sin mi permiso.
-¿ Has olvidado tu educación?
- Lo siento Ama, yo sólo
-Calla. De rodillas en la cama, de inmediato.
-Si, mi señora.
Cojo la primera fusta y me pongo a su lado lista para su adiestramiento.
- Por cada golpe dirás tu error, así aprenderas a hacer sólo lo que te ordene.
-Si, mi señora. Perdoneme.
Una..."No volveré a actuar sin permiso" Dos... "No volveré a actuar sin permiso"...Tres...Cuatro...Noto como se tensa su cuerpo...Cinco...Me fijo en su erección...Seis...Comienza a gotearle, me encanta verlo así...Siete...Ocho...Nueve...Diez.
Estoy realmente húmeda por el espectaculo por lo que me siento en mi trono, separo mis piernas y le ordenó que venga a cenar.
Es habil, desobediente, pero muy complaciente en algunos aspectos. Mientras disfruto de su lengua atrapada entre tanto fluido observo que la vela está oportunamente a mi alcance. La cojo, la prendo y comienzo a derramar cera por su espalda. Le oigo gemir, veo como su vientre se contrae y arquea la espalda. Le quema y sigue goteando.
-¿Te gustaría que me corriera en tu boca?
- Si, mi ama, por favor- me suplica.
-¿Quieres correrte tú también? ¿eso te gustaría?
-Sólo si mi señora me lo permite...
-Tocate y no pares de comer.
Controlo el ritmo al que se masturba, sé cuando está llegando al placer extremo. Cojo una de las cintas de cuero y se la rodeo al cuello y comienzo a apretar poco a poco. Ahora está de cuclillas, con la espalda erguida y muy tenso. Le meto los dedos en su boca, y apreto un poco más. Gime...gime como poseido. Está a punto de correrse y entonces intervengo yo y le separo las manos de su entrepierna. Me mira con dolor y su respiración entrecortada cada vez suena más debil.
-Hoy no. Así te portaras mejor en el futuro.
Baja la mirada, sé que sonrie, y responde con dolor:
-Si, mi señora.