Primera vez con mi amiga Carmen de Las Palmas

Relatos sobre experiencias (vividas, soñadas, deseadas...) de bdsm

Primera vez con mi amiga Carmen de Las Palmas

Notapor gilgamesh » Vie Ene 01, 2016 10:20 am

Siempre es difícil saber cómo empezar un libro, pero este creo que tiene un inicio claro, y aunque parezca que la vida de una persona pueda parecer demasiado compleja para buscar un momento que se pueda elegir como el inicio de la historia de su vida, creo que en el caso de Fran es sencillo. Y ese momento sin duda fue cuando Carmen le llamó por teléfono un miércoles por la noche hace ya muchos años.
—¿Si? Respondió Fran.
—Fran, soy yo. Estoy en casa de mi hermana y me aburro. —La voz de ella era un canto de sirena para un chico de diecisiete años.
La hermana de Carmen vivía en la calle de atrás de la de Fran, muchas veces la había acompañado cuando volvían de la playa hasta su portal. Y alguna vez hasta la puerta de la casa, en el tercer piso, cuando volvían borrachos de alguna marcha.
—¿Por qué no te inventas alguna escusa y te vienes a ver alguna película conmigo? —propuso la joven voz de Carmen.
—¿Y tu hermana? —preguntó serio Fran mientras miraba a su madre que veía la televisión indiferente a la conversación.
—Ha ido al cenar con su marido y unos amigos. —Se rió nerviosa al otro lado del teléfono—. Van a volver tarde y no quiero estar sola. —No era miedo lo que trasmitía su voz.
—Mamá —dijo Fran—. ¿Puedo ir a casa de Carmen a ayudarla con un examen?
—¿Pero has visto la hora? —oyó al otro lado del teléfono la joven.
—Sí, pero es un examen mami. Y a mí también me vendrá bien repasar mates. —La madre no dijo nada más pero Fran dijo por el teléfono—. Carmen, en diez minutos estoy allí.
Cuando abrió la puerta de casa de su hermana solo llevaba una camisa vieja de Guns N' Roses negra descolorida y pantaloncito corto blanco de deporte como los que se usan para correr. La camiseta tenía varios agujeros de lo vieja que era.
Fran lo primero que vio fue que iba descalza caminando en el suelo de parqué de la casa porque miraba al suelo avergonzado. Cuando Carmen se hizo a un lado para dejarle pasar su larga melena rubia giró en el pasillo arrancándole la respiración al pobre adolescente.
—Pasa. —Sonrojado por haberse quedado con la boca abierta Fran pasó dentro de la casa.
Ella le llevó al salón y se recostó en el sillón con el mando de distancia de la televisión en la mano. La sala estaba a oscuras, iluminada solo con el brillo tenue de la televisión y la luz parpadeante de una farola que entraba a través del balcón.
El se recostó y trató de recuperar la compostura poniendo indiferente los pies sobre la mesita de cristal que había delante del sillón. Poco te va a durar la compostura. Se rió Carmen. Apagó el sonido de la película y le preguntó.
—¿Qué tal el día…?
La siguiente hora trascurrió entre tonterías e insinuaciones, Carmen tenía el día burlón y sabía que su amigo siempre había estado un poco colado por ella. A pesar de todo él parecía mantener cierto tono de indiferencia porque se había dado cuenta que ella estaba riéndose de él cuando se le iban los ojos a donde no debía.
Llegado un momento ella pensó Vamos a ver como aguantas esto.
—Hace tiempo que no vamos a la playa juntos. —Empezó su acoso a la muralla de protección de Fran.
—Si —meditó él antes de seguir—. Más o menos desde que empezaste con Gabi.
—Tanto. ¡De eso hace ya un año!
—Por lo menos.
—Pues entonces no has visto lo cachas que me he puesto, Jajaja. —Le miró con picardía mientras lo decía.
Ella siempre había sido flacucha y estirada. Una espiga rubia llena de energía y perversión que había aterrorizado a muchos hombres mayores que ella con su desparpajo y sinceridad. Por eso rápidamente ellos dos, Fran y Carmen, se hicieron amigos. Eran iguales.
Ese último año, desde que empezó su noviazgo con Gabriel, ella había empezado a ir al gimnasio a hacer pesas. Con la ropa no se notaba porque siempre fue flaca pero cuando agarró la camiseta de los Guns y la subió hasta sus pechos Fran vio el resultado.
Las abdominales de Carmen formaban una perfecta representación de una tableta de chocolate. Cada musculo estaba perfectamente definido bajo una tersa piel morena. Pero aun más que las magnificas abdominales lo que perturbó al adolescente fue el ombligo.
El pequeño orificio estaba rodeado por un casi imperceptible bello dorado que bajaba insinuante, después de abrazar el pequeño ombligo, recto a esconderse bajo el pantaloncito. Ella siguió el recorrido de los ojos de él y sonrió descaradamente.
Metió el dedo pulgar de la otra mano bajo el elástico del pantalón y mientras se recostaba hacia atrás bajó la mano dejando cada vez más piel bajo la atenta mirada de su amigo, la mano bajo milímetro a milímetro, despacio.
Con cada respiración jadeante de él fue liberando un poco más. Cuando vio que los primeros bellos púbicos estaban al descubierto se detuvo. Teniendo en cuenta lo poco que me dejo después de depilarme estas casi viéndome desnuda, suertudo. Pensó Carmen. Ahora seguro que no está indiferente.
—Si quieres puedes tocarme. —Ni siquiera lo pensó. Las palabras surgieron de su boca sin que ella lo controlara. ¿Por qué he dicho eso?
La mano de Fran temblaba visiblemente mientras se acercaba al abdomen de ella. Recostado como estaba en el sillón iba girando el cuerpo a la vez para alcanzarlo. Con miedo de que ella le parara o se riera. Un centímetro antes de tocar su piel cayó de rodillas al suelo por el giro que estaba dando.
Fran miró al suelo asustado y luego a ella, que estaba riéndose. El hechizo parecía haberse roto, la cara de Fran reflejaba claramente la pena y la falta de valor de acariciarla después de las risas de ella. Pobrecito, parece un cachorro abandonado.
Carmen sonrió tiernamente, separó sus piernas y miró su ombligo mientras le decía casi en un susurro.
—Ven... Tócame. —Miro a los ojos de su amigo y le pidió—. No tengas miedo.
Fran se arrodilló entre los muslos de su amiga, los dedos de las manos subían paralelos a las piernas de Carmen si llegar a tocarlas, avanzaron sobre el pequeño pantalón y llegaron a la primera fila de abdominales.
Los dedos le temblequeaban, Carmen sentía como uno a uno iban posándose en su tibia piel, eran ásperos al tacto. Los dedos de un chico que trabajaba cargando bloques de cemento cuando no estudiaba. Eran diferentes a los de su novio, más rudos y a la vez más suaves.
Los dedos fueron siguiendo el contorno de sus abdominales, una a una fueron acariciándolas hasta que llegaron al ombligo, alrededor de el pequeño orificio se detuvieron, dudando de si subir o bajar.
—Tócame con toda la mano, siente lo duros que son mis músculos —pidió Carmen, que no pudo evitar que un jadeo se llevara las últimas silabas de su ruego.
Las manos de Fran se posaron sobre la piel de Carmen, ella sintió su cálido tacto y la fuerza de la mano de él. Ambas palmas rodeaban el ombligo y empezó a acariciar su barriga, primero descendiendo hasta que rozó con los dedos pulgares el vello púbico de ella.
Un escalofrío recorrió la espalda de Carmen arrancándole un pequeño jadeo involuntario, Fran la miró y la sonrió con cariño. Ahora te reirás tú de mí. La mano izquierda de él se quedo donde estaba, jugueteando con el pulgar de ella y con el elástico del pantalón tentándola a bajarlo un poco más.
La otra mano subió hasta el borde de la camisa, donde ella la había agarrado para subirla, entre sus pechos. Con sus dedos empujó poco a poco la camisa formando un escote inverso en el cuerpo de su amiga. Primero se revelaron las costillas, arqueada como estaba resaltaban claramente. Después el dobladillo desgastado de la camisa llegó hasta el borde de los pecho de ella.
Ahora ella jadeaba visiblemente como él, sentía en sus pezones endurecidos por la excitación el roce de la camisa. El avance lento se ralentizó aun más cuando el meñique y el pulgar empezaron a acariciar el pliegue del pecho que apenas se descubría bajo la camiseta.
La camisa subió un poco más, dejando algo más de un centímetro de cada pecho para que Fran pudiera acariciarlos. No sé… Dudaba Carmen. Si me desnuda más… Yo… Los ojos de su amigo leyeron su duda y su mano paró su avance. Cuando retiró la mano, dejó la camisa donde estaba y ella no se movió para que no callera y tapara su piel, pues los dedos de él acariciaban el borde de sus pechos provocándole un escalofrío continuo de placer.
Dejando su mano que continuara sola sus insinuantes caricias en los pechos de ella, miró a la otra mano que se había detenido. Ella abrió un poco más las piernas para que viera sus abductores que resaltaban fuertes y duros bajo el pantalón.
—También he trabajado las piernas…
Fran bajó la mano izquierda pasando sobre la de ella, rozando con descaro su ingle protegida solo por un milímetro de tela. Extendiendo los dedos abarcó casi la totalidad de la pierna de su amiga, la acarició con fuerza bajando hasta la rodilla y volviendo a subir, con cada vaivén acercó más los dedos desde los abductores hasta la ingle de Carmen.
Con cada vaivén los dedos, que ya entraban dentro del pantalón, rozaban las braguitas de ella, húmedas por la excitación. Le paro… Le dejo… dios… El movimiento de la mano se detuvo con los dedos dentro de la pernera de los pantaloncitos, sus dedos con movimientos sutiles trataban sin lograrlo de entrar bajo las braguitas. Ella le miraba sin saber si negarse o ayudarle.
—Llevas braguitas, ¿Verdad? —preguntó con voz temblorosa Fran, si dejarle responder siguió—. Es como… Es como llevar bikini, ¿No? Si me… Si te… Si te quito el pantaloncito sería como estar en la playa y así podría verte mejor los músculos. —Esto último lo dijo atropelladamente como si tuviese miedo de que ella le interrumpiese.
Con lo mojada que estoy… Dios… Se va a dar cuenta… Levantó con cuidado sus caderas y ella sola empezó a bajar el pantaloncito. Fran retrocedió un poco y cuando ella ya no podía más terminó de quitarlo él.
Sus piernas trataban solas de cerrarse, de los nervios, la excitación y la vergüenza. Notaba humedad de su sexo y los ojos de Fran quemándole la piel de su entrepierna como si de lava se tratase. Su amigo puso ambas manos en sus rodillas y le separó las piernas poco a poco.
Ella se dejo hacer, sus piernas se iban abriendo cada vez más, ella se sentía expuesta pero tan excitada que no supo si había dicho o si solo pensó.
—Es tuyo…
Cuando las piernas llegaron al límite de su flexibilidad las manos empezaron a subir por sus muslos. Ella se forzaba para mantenerse tan abierta para él. Abrió los ojos para mirarle. No recuerdo haberlos cerrado. Fran pasaba sus manos por sus muslos hasta que los dedos llegaban a sus braguitas, bajaban o subían siguiendo la goma de la prenda y volvían hacia las rodillas por la parte a atrás de la pierna. El proceso se repetía y cada vez sus dedos acariciaban más sobre las braguitas.
Ya las yemas de los dedos acariciaban su monte de Venus en la ida de cada movimiento. Y paralelas descendían las manos, rozando con un poco de presión insinuante por los labios de su sexo, para regresar a las rodillas. Con cada ida y venida Carmen sentía un escalofrío de placer que la hacía gemir sin vergüenza alguna. Cuando Fran paró ambas manos en sus rodillas volvió a abrir los ojos para mirarle. Impaciente por sentir otra vez su tacto.
Él deslizó las manos bajo sus muslos y acercó sus labios a la rodilla derecha. A un milímetro apenas de su piel detuvo su avance. Fran tenía los ojos cerrados, Carmen le miraba excitada. Estaba respirando su cuerpo. Absorbiendo su aroma como si del más fino perfume se tratase. Abrió su boca para expirar sobre la piel desnuda.
El cálido aliento de su amigo la quemaba. Él empezó a subir por su pierna. Sus labios la tocaban sin rozar. Como si pudiera sentir chispas eléctricas que emanaban de la boca y hacían vibras sus músculos. Temblequeaban sus piernas sin control cuando el cálido aliento se posó sobre sus húmedas braguitas.
La olía con avidez, su sexo empapado por la excitación, su piel, su alma. Ella le miraba y sentía como el fuego de su aliento la hacía arder, la humedecía más. Lo miraba con deseo. Hazme tuya Fran, Por favor… Quería decírselo pero las palabras no salían de sus labios.
Pero los labios de él se movieron, apenas un ápice, besando con pasión su mojada ropa interior. Los labios se humedecían con su flujo mientras iban presionando en un tierno beso sus labios, separándolos un poco dejando expuesto su sensible clítoris al siguiente suave beso.
Carmen gemía cada vez más alto mientras Fran la besaba cariñosamente, dándole una y otra vez placer limpio y puro. Ella descendió su mano temblorosa, tocando sus pechos y su abdomen, apreciando su propia belleza mientras miraba a su amigo que bebía con pasión el jugo que fluía por su excitación a través de la fina tena de su ropa.
Cuando la mano llegó a su braguita no demoró más lo que tanto deseaba en ese instante. Metió dos dedos por un lado y dejó al descubierto su sexo para que los tiernos besos se convirtieran en un placer aún más intenso.
Fran la besaba con ternura, ahora miraba su coñito con deseo, pero un destello de temor aún se reflejaba en sus ojos. Ella le sonrió, cogió su pelo con la otra mano y llevó su boca con fuerza a su húmedo sexo.
—Chúpalo —susurró—. Cómetelo todo —dijo con más fuerza—. Lámelo todo, bébete todo coño.
Se miraban a los ojos directamente.
—Por favor…
Él empezó a lamer con fuerza su coño, la lengua separó los labios llegando a su clítoris provocándola un gemido que pareció casi un grito. Al sentir que él iba a parar tiró de su cabeza hacía ella. Su boca la llenó, su nariz presionaba su vulva mientras que sus labios la rozaban y la lengua juguetona trataba de entrar dentro de su cuerpo.
Le dejó un poco de espacio y el subió otra vez a su clítoris para arrancarla otro gran gemido. Mientas con los dedos trataba de separar sus labios, trataba de meterlos torpemente dentro de ella sin saber muy bien cómo.
—Espera —Dijo Carmen.
Cuando él se hizo hacia atrás ella levantó la cadera y con las manos se quitó las braguitas. Las alejó de ella de un movimiento brusco. Después se reacomodó en el sillón. Él la miraba jadeando de la excitación. Carmen apoyó la espalda en el sofá y sacó la cadera del mismo. Separó sola poco a poco las piernas, hasta que ya no pudo más, para quedar totalmente expuesta a Fran.
Su amigo se agachó y empezó otra vez a lamer su sexo. Primero los labios, desde fuera, lamiendo el jugo de su coñito y bebiéndose cada gota. Luego por dentro, subiendo hasta llegar al clítoris y al final, cuando vio que era allí donde ella más gemía chupando con fuerza el clítoris.
Casi estaba llegando al orgasmo cuando empezó a subir más arriba. Por el monte de venus. Por su ombligo y sus abdominales. Besando y lamiendo sus blancos pechos, sus sonrosados pezones. Que le provocaron más gemidos. Su cuello. Su barbilla. Sus labios…
Sus lenguas se entremezclaron en un beso profundo, de pasión y deseo. Ella sonreía y jadeaba. Se sentía pletórica, excitada, ilusionada, amada… Notó en su pierna la dura polla de su amigo a través del pantalón. Sus manos torpes bajaron hacia ella para exponerla. Quería verla, quería tocarla. Dios… Deseo tanto tenerla en mis manos, notarla sobre mi piel… Notarla… Sus hábiles dedos desabotonaron el vaquero de Fran.
Con torpeza él se lo fue quitando, arrastrando los calzoncillos en la pelea, quedando como ella semidesnudo. Sus sexos se rozaban mientras se besaban. Carmen le agarró la polla con fuerza, la deseaba. Es mía, la deseo… El duro miembro palpitaba caliente en sus manos mientras que masturbaba a su amigo que jadeaba.
Fran trató de liberarse del dulce agarro de ella. Se removió para besarla y tocarla torpemente. Aun así los dedos lograban acariciar su sexo, entrando hasta que las yemas de los dedos presionaban su clítoris arrancándole gemidos y risas en esa pelea entre los dos. Una pelea a ver quién daba más placer al otro.
Fran iba ganando, notaba como le faltaba el aliento, como la espalda se le arqueaba sin poder evitarlo y su bajo vientre empezaba a descargar intermitentemente oleadas de un leve placer previo a los latigazos de orgasmos. No ganaras… No…
Con un giró sobre si misma se deslizo fuera del sofá, fuera del alcance de las cálidas manos de Fran que la miraba jadeante con la polla mirándola acusadoramente por dejarla de tocar. Ella se levantó burlona y le dio la espalda.
Su precioso culo se recortaba a la luz que entraba de la calle por el balcón del salón. La farola del edificio de enfrente que le había iluminado en sus juegos ahora se colaba entre sus piernas reflejándose en sus húmedos muslos como si estuviesen recubiertos de diamantes. Salió al balcón y se apoyó en la barandilla.
Levantó el culo respingón. Y aunque había llegado a eso posición cruzando las piernas en el último paso, cuando se giró para mirarle y sonreírle con perverso descaro, abrió sus piernas dejando su sexo expuesto a él otra vez.
Fran no logró levantarse, le excitación le arrancaba las fuerza y el aire. Medio se arrastró, medio gateó hasta llegar tras ella. Su coñito abierto y húmedo le esperaba. Empezó a lamerlo otra vez, no podía respirar de la excitación. Los labios, la lengua y los dedos tocaban, besaban y lamian cada milímetro del coño de su amiga.
Carmen se agarraba con fuerza a la barandilla para no caer al suelo, sus piernas le temblaban demasiado para mantenerla. Otra vez su cuerpo le avisaba con destellos de placer que el orgasmo se acercaba. No… Aún no… La quiero dentro de mí… Puso su mano en la cabeza de él y le empujó hacia atrás.
Fran que estaba acuclillado perdió el equilibrio y calló hacia dentro del salón. Jadeante. Con la boca y las mejillas llenas de los flujos vaginales de ella. Se relamió mientras se ponía en pie. Ella abrió un poco más las piernas y se puso de puntilla. Sin mirarle. Mirando hacia las ventanas del edificio de enfrente se rió de lo que le iba a decir. Guarra pervertida.
—Métela dentro de mí —dijo casi a carcajadas.
Nerviosa y excitada se ponía más de puntillas abriendo su sexo con la postura para que su amigo la penetrara con su polla.
—Vamos. —Giró la cabeza para mirarle—. Llevas más de cuatro años deseándolo… Tómalo. Es tuyo… —Jadeaba entrecortadamente mientras lo decía.
Fran se acercó a ella despacio. Su miembro rozó el muslo humedecido de su amiga. Puso cada mano a un lado de las caderas de Carmen. Ella bajó la mano entre sus piernas buscando la polla que tanto deseaba. No podía esperar más, en cuanto sintió el caliente miembro en su mano lo guio hasta su coñito.
Ni siquiera dejó que Fran se moviera. Cuando notó la punta de la polla entre los labios de su coño dejó caer sus talones hasta el suelo. Se deslizó entera dentro de ella, caliente, dura, su cuerpo no le dio avisos esta vez. Cuando se putilla y se dejó caer por segunda vez explotó dentro de ella.
Toda la excitación acumulada. Todas las caricias. Todos los lametones. Todos los besos. Todo la llenó a la vez. Como un flash de luz recorriendo su cuerpo por dentro. Desde su clítoris y a través de su médula espinal extendiéndose por todos los nervios de sus cuerpo.
Los espasmos se repetían con cada penetración de la polla de Fran. No recordaba en que momento había empezado el a moverse. La hacía hacia atrás con fuerza y torpeza. Con pasión y deseo. He perdido la consciencia… Diooos… No eran orgasmos, pero su clítoris estaba tan sensible que le quemaba de placer cada penetración. Notaba aún vibrar dentro de ella su polla. Llenándola como deseaba.
Sus arremetidas se aceleraban su respiración se espaciaba. Se va a correr dentro de mí. Me va a llenar…
—No —dijo asustada—. No te corras dentro de mí por favor.
Él no se detuvo pero ella notó como cambió el ritmo.
—Córrete sobre mí.
—Pero…
Ella sabía lo que él quería. Ella también lo deseaba. Deseaba su semen fluyendo dentro de ella. Su corrida caliente llenándola. Lo deseo también Fran. Llevo su mano hasta la de él y se la acarició con cariño.
—Te prometo que la próxima vez te podrás correr dentro de mí. — ¿Por qué le prometo esto? Tanto deseo su semen.
—¿De verdad? ¿No te importará?
Su polla entraba dentro de ella, rítmicamente. Dándole ahora un placer más suave. Más controlable. Si, la próxima vez quiero que te corras dentro de mí. Quiero saber que durante días me llenarás…
—Si… Estoy segura.
Apenas un segundo después sacó la polla de ella. El primer chorro de semen caliente cayó entre sus nalgas. Ella cuando lo sintió se pegó a él. Dejando su polla donde había caído su corrida y empezó a moverse arriba y abajo masturbándole con su culo. El gritaba, la abrazaba y caía sin poder sostenerse por el placer.
Ella se dejó caer con él para no separarse de su polla. Así, desnudos y abrazados se quedaron en el balcón. Fran la acariciaba el ombligo y los pechos. Besaba su cuello con ternura, Mientras ella acariciaba su mano. Y de vez en cuando se giraba un poco para besar los labios de su amigo.
El tiempo no pasaba para ellos hasta que Carmen vio acercarse el coche de su hermana.
—Te tienes que ir…
Así perdió Fran la virginidad, después de eso Carmen decidió no volver a serle infiel a Gabriel. Pero aunque no pasó nada más su amistad creció muchísimo después de esa noche.
Aunque Carmen no lo sabía, ese momento fue el desencadenante de que su amigo conociese a la mujer que más daño le hizo nunca. A la que marco su adolescencia y la que perfiló la parte más oscura de su ser.
Avatar de Usuario
gilgamesh
 
Ubicación: Gran Canaria, Las Palmas
Rol: Dominante
Sexo: Hombre

Volver a Relatos

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 6 invitados

cron