Esta vez quiero aprovechar para dejar aquí un ejemplo de lo que para mí es una hermosísima muestra de la más preciada sumisión...
Este texto está, evidentemente, dirigido a la dominación femenina, pero eso no lo hace menos aplicable viceversa a pesar de que los hombres tengan preferencia por otras “actividades”. Además, tengo toda la intención de poner un contrapunto a un foro que está mayoritariamente “masculinizado” (sin connotaciones negativas, por favor ).
Soy enormemente perezosa, y aunque me encanta que me complazcan, no gusto especialmente de andar ordenando, pidiendo o exigiendo. Eso me agota… Quiero una vida más cómoda y fácil y no con más trabajo. Que me libere de estrés y no que me lo produzca…
Para mí personalmente la Dominación es mucho más que azotar, sodomizar, atar, engrilletar o humillar o cualquiera de todas esas prácticas llenas de morbo sobre todo para “ellos”. De hecho, esas prácticas aunque también me gusten algunas, son las menos importantes… Para mí Dominar es obtener de tu posesión servicio, trabajo, dedicación, disposición, disponibilidad, atención, sonrisas, mimos, cariño, diversión, placer, encanto y mil millones de cosas más que sobre todo son y se resumen en una: adoración…
Este trocito pertenece a un blog que he descubierto y que me agrada especialmente por su manera cotidiana, sencilla y bellísima de entender el mundo D/s y su día a día. Se trata de Frauendienst: el blog de la Dama y el adorador…
“En esta ocasión, no me ha dejado ninguna instrucción en especial; muchas veces es así. A ella no le gusta decir siquiera “hay que limpiar” si no que, cuando lo piense, ya me haya encargado yo de limpiar. Esto no quiere decir que siempre sea de la misma forma: cuando ella desea algo que yo no le ofrezco, simplemente lo pide. Sin distanciamiento, con cariño. Sabedora de que voy a hacer todo lo posible por llevarlo a cabo.
Porque no pensemos que se trata de adivinar sus deseos, ni de adelantarse a ellos: sencillamente, hay que cumplirlos. No importa que salgan de mí o de ella: una relación de dominación femenina se basa en satisfacer a la mujer, no en recibir sus órdenes. Estar todo el día dirigiendo la vida a un hombre es aburrido, recibir su entrega es cómodo, y es el confort de nuestra dama el premio que ansiamos obtener.
Por eso, un adorador que se precie, ha de ser un hombre activo y dispuesto, que parte siempre del principio que, cuantas menos órdenes, mejor. Y sobre todo, hemos de ofrecernos voluntarios, y desde nuestra libertad, ofrecernos; ella ha de ser consciente de nuestro placer en complacerla, que superamos barreras y convencionalismos con el feliz fin de hacerla dichosa, muy dichosa. Esta forma de pensar hace subir enteros la complacencia de la mujer, a la par que la predispone a subir los niveles de exigencia. Esto es algo totalmente lógico: si ella ve que cumples con tus tareas y obligaciones de un modo natural, te recompensa demandando más compromiso y dedicación por tu parte. Sí, amigo, es la puerta del paraíso.
Poco a poco, va creciendo en ella el gusto por dominarte, por obtener del árbol de tu entrega los frutos de su bienestar... Y siempre quiere un poco más.
Y es que primero, la mujer prueba. Luego, comprueba lo agradable que es, y guía sabiamente tu adoración hacia ella, hasta que la relación de dominación femenina se naturaliza y sus deseos afloran con facilidad. A esas alturas, ya sabes que tu único deseo es amoldarse a los suyos, sin excusas ni retrasos: no recibes órdenes para cumplir, entregas deseos cumplidos.
Atrás quedan las órdenes, es la hora de la lluvia de deseos.”
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