Creo no equivocarme al afirmar que la juventud se destaca, entre otras cosas, por la osadía haciéndote emitir valoraciones que con el paso de los años se van desmoronando…
Recuerdo cuando la obra de Almudena Grandes se alzó vencedora del premio de La sonrisa vertical. Yo, recién salida del cascarón, tenía una “claridad” de mente empapada de los prejuicios que me habían transmitido desde la infancia, de las ideas erróneas, influenciada sin duda por lo convencionalmente aceptado por la sociedad y por el absoluto desconocimiento sobre ciertos temas que eran tabú en mi hogar y, aun así, me creía poseedora de la verdad absoluta, tan convencida que juzgué su novela sin tener idea alguna de lo que narraban sus páginas.
Si a eso le unimos la obstinación, se forma un peligroso tándem que distorsiona la objetividad e incluso te sitúa en un engañoso plano “superior”… Yo estoy por encima de algo tan banal como es el sexo; ni qué decir si por ende se tratan de “desviaciones”…, estoy por encima de “esa” gente…
Heme aquí, transcurridos los años, comenzando esta lectura con especial interés. Por un lado, dando mi brazo a torcer, por otro, aceptando con absoluta naturalidad lo que jamás pensé posible, que en realidad yo sí soy uno de “esos”…
Nada más comenzar me he sorprendido la contundencia de sus pasajes y le tengo que reconocer el valor de escribir lo que le vino en gana, en una época en la que no debió ser fácil enfrentarse a la crítica y más siendo mujer.
He leído más de la cuenta, pero no debo entrar en los detalles hasta que todos alcancemos el mismo punto, por lo que me limitaré a comentar las sensaciones que disfruta Lulú siendo espectadora de tan intensa escena…
Lo cierto, es que me siento identificada en parte con la protagonista. ¿Cuántas veces, antes de descubrir qué era lo que me gustaba y donde encontrarlo, he sentido su mismo desesperado anhelo de que las vivencias que se mostraban en la pantalla se encaminaran hacia lo que me afectaba de un modo especial??? Rogando mentalmente para que las horas de espera viendo unos pocos canales a volumen apenas comprensible para el oído humano me regalaran una de esas escenas que me escandalizaban y subyugaban a partes iguales… Lulú además, adorna el momento que se recrea frente a ella creando un vínculo especial con los actores al dotarles de una historia paralela fruto de su fantasía. No sé si será muy cuerdo, pero ¿quién no ha tratado de alargar alguna vez las sensaciones continuando una escena en su mente???? Ejem… ¡¡¡yo sí!!!
Coincido con Lulú en el placer que me provoca ver cómo es sometido otro ser y me producen un perverso placer las escenas de sodomización (hummmm, también voy adorando más y más esta palabra
) en las que predomina el rol por encima del sexo de los participantes. Es más, creo que incluso es más intenso cuando se cuenta con la colaboración de un Dominante del mismo sexo que el sometido…
Me ha sorprendido descubrir a una Lulú “castigadora”. No tengo ni idea de hacia donde se dirigen los gustos de la protagonista; por una parte es evidente que disfruta del sometimiento y desea ser ella la que reciba ese trato, por tanto sería sumisa… pero me desconcierta al mismo tiempo la fuerza de su deseo por someter a “su” Lester. ¿Será switch???
Hummmm… Creo que será un placer adentrarme en su mundo
Felicidades por la elección de la nueva lectura. Dar con una historia al nivel de “La atadura” no era nada sencillo, pero presiento que con ésta los momentos intensos estarán a la altura, jajaaaa…