Esto ocurrió hace ya dos meses y todavía hoy mis rodillas tiemblan al recordarlo, mi piel se eriza y alguna lágrima traicionera se me escurre por el rabillo del ojo, (vale lo admito no es una una sola lágrima traicionera, estoy llorando a chorros)
Todo se organizó a mis espaldas y bajo un inocente engaño, utilizando como excusa una comida de despedida muy íntima para nuestros amigos que partían a tierras belgas.
Mi Señor vino a recogerme como cada día a la salida del trabajo y de allí nos fuimos a casa de nuestros anfitriones. Al llegar allí estaban las cinco personas que me han visto crecer como sumisa en estos tres maravillosos años, gracias por estar ahí.
Antes de sentarme a la mesa tuve que excusarme un momento para terminar de arreglarme ya que se trataba de un evento de código .No es muy buena idea salir de mi trabajo embutida en un corsé. Para tal ocasión elegí un vestido negro liso de escote caído y un corsé de bajo pecho a rayas moradas y negras calzada con unas botas de tacón piratas. Mi amiga iba vestida con una bonita falda negra y un precioso corsé azul con unas botas altas negras de charol, estaba preciosa como siempre.
Después una deliciosa paella y una muy agradable conversación de sobre mesa a las dos sumisas allí presentes se nos ordenó retirarnos a la habitación. Bajo órdenes de su Amo y como cómplice de mi Señor, ella me vendó los ojos y me puso unos cascos para que no pudiera oír nada. Poco a poco y con delicadeza comenzó a desnudarme, tiene unas manos finas, suaves y muy agradables...
Quedé totalmente desnuda a excepción de mis botas y aún con los ojos vendados me cubrieron con una preciosa capa de terciopelo negra y me pusieron una rosa blanca en mis manos bajo la orden “Tienes que llevar la flor, aunque te pinchen las espinas” y fue ahí donde destaparon mis sentidos. Me miré en un espejo y no podía creer lo que estaba a punto de suceder.
Con una música de fondo que no recuerdo me hicieron desfilar hasta el final de la casa. Allí se encontraba mi Amo con pequeña alfombra blanca delante de él, a ambos lados los demás asistentes.
Me arrodillé ante mi Señor y antes de que empezará a hablar ya se me habían saltado las lágrimas.
Con voz algo temblorosa (él también estaba emocionado) comenzó a repasar todo lo vivido juntos, tanto en los diez años que nos conocemos como en estos tres como Amo y sumisa. Yo estaba allí de rodillas, llorando de felicidad e intentado asimilar lo que estaba ocurriendo. Apenas podía mantenerme ni apartar mi llorosa mirada de él. Terminando su discurso con:
“¿Estas dispuesta a aceptar este Collar con todo lo que representa?”
Claro que lo estaba, llevaba deseando ese momento desde el primer día que entró por mi casa con una cuerda de 70 metros.
No pude evitar aferrarme a sus caderas y llorar en su vientre, creí que iba a desplomarme allí mismo. Leí mi contrato como sumisa, entre sollozos de felicidad, declarando mi entrega y mi amor al Sr. R. Firmamos el contrato con una gota de sangre. Orgullosa, emocionada y rebosantemente feliz acepté su Collar complementado con un precioso anillo de O.
Terminé de llorar abrazada a mi amiga, las dos de rodillas emocionadas, pues compartimos algo que va más allá de la distancia que ahora nos separa y es que nuestros collares son casi idénticos solo los distingue las iniciales que llevan grabadas. Algo que para mi es todo un honor y un lazo de unión muy especial.
Gracias a su Amo por ese precioso regalo y por lo mucho que significa.
Gracias a los demás asistentes por estar en ese día tan importante en mi vida y por seguir a mi lado.
Y sobre todo Gracias Amo por esa preciosa tarde, por darme algo con lo que soñamos todas las sumisas y por hacerme sentir la mujer más afortunada del mundo.
Después de un emotivo brindis concluimos con una excitante sesión, en la que a pesar del tiempo mi brazo aún se resiente de un latigazo, mi culo aún recuerda la verga de toro y mi corazón la emoción de ese día tan maravilloso.
Siempre tuya y a tus pies.