Siento fuego, fuego líquido que abrasa mi interior, que tortura mi cuerpo.
Una llama que incendia mi alma y que me hace suplicar.
Me supera este descontrolado y crudo deseo. Me arrastra, enmudece mi conciencia y me dejo llevar por mi esencia, por la realidad de mis deseos...
Estiro de las ataduras sin demasiada convicción. Es tan sencillo dejarse hacer, no tener poder de elección, ceder la responsabilidad.
Tiemblo, mi piel se eriza e instintivamente sé que está de nuevo junto a mí...
Se mantiene alejado de mi vista, le escucho caminar, rodearme como una fiera que ronda su preciada presa. Se acerca cuando está a mi espalda, se aleja al cruzar mi campo visual.
De nuevo tras de mí. Respira sobre mi piel, me martiriza, juega conmigo y finalmente cubre mis ojos.
Mi corazón galopa descontrolado y el deseo atraviesa como un relámpago mi ardiente cuerpo.
Comienza a deshacer las ataduras, masajeando mi dolorida piel, gira, coloca, sujeta y me expone a su antojo, de forma grotesca.
Intento protestar, pero frena cualquier atisbo de rebelión rozando mi desesperado sexo...
Me estremezco, dejando escapar un quedo gemido... Soy suya y lo sabe. Soy mantequilla en sus manos y conseguirá de mí lo que desee.
-Vamos a jugar fuerte hoy -me susurra-
Siento otro de esos deliciosos "saltos" en mi interior, como si con sus palabras girara mi "yo" desde mi centro, el que se deja envilecer, el que suplica por verse sometido.
Su voz me devuelve a la realidad.
-¿Recuerdas tu palabra de seguridad?
-Sí, Señor -respondo totalmente consciente del temblor de mi voz-.
-No vamos a traspasar tus límites, por tanto, no creo que la necesites, pero úsala si lo crees necesario.
-Gracias Señor -le agradezco sus palabras que, lejos de tranquilizarme, elevan mi ansiedad a cotas inimaginables.
Se hace el silencio, un silencio ensordecedor que me mantiene en tensión, con el corazón desbocado, bombeando a mil por hora
Gradualmente voy escuchando un murmullo que se aproxima y la realida me golpea de forma abrumadora.
El pánico me domina antes incluso de confirmar mi sospecha.
La incertidumbre se mezcla con la excitación si bien, si no me encontrara sujeta, huiría para no enfrentar mis locos deseos.
Estar limitada visualmente incrementa mi percepción de lo que ocurre más allá de mi oscuridad. Siento cómo se aproximan e imagino la visión que tienen de mí, del rubor que delata mi timidez... Me siento desbordaba, retengo la respiración en espera de que ocurra algo, temblando, deseando...
Una suave mano femenina roza mi piel. Acaricia mis piernas. Alterna el suave roce de su palma, con la presión que ejerce con sus uñas marcando mi piel. Recorre la extensión de mis piernas adentrándose en la parte interna de mis muslos.
Mi respiración se entrecorta y anhela su avance pero perversamente, se detiene a escasos centímetros de mi sexo.
A estas alturas, deja de importarme quién o quienes me estén observando.
Lo único que puedo pensar es que deseo más y más..
Mi Amo abre la veda, recordándoles las normas que, por supuesto, yo desconozco...
Confío en ÉL, confío en que respetará mis límites y, por encima de todo, confío en el conocimiento que tiene sobre mí.
Un alud de manos cae sobre mi indefenso cuerpo; manos exigentes, bruscas, otras severas, pero todas deseadas... Comienzo a caer al profundo pozo de perversión en el que me muestro como soy, en el que no debo ocultar mi esencia.
Mi Señor les ha aleccionado a la perfección pues arrasan mi ser. Me siento pecaminosamente viva, feliz.
Los ánimos se caldean con rapidez y pronto comienzo a sentir que llega ese momento de no retorno en el que soy totalmente libre, mientras mi Amo me recuerda qué soy y lo que hago.
Siento como un extraño entra en mí y mi húmeda cavidad le acoge con entusiasmo.
De pronto soy desprovista de mi protección y agarrada dolorosamente del cabello soy obligada a mantener la mirada de quien toma posesión de mi cuerpo. Mmmmmmmm...
Dios mío, soy tan obscena... Disfruto tanto con mi sucio comportamiento!!!!
Otras manos toman el mando de mi cara, agarrándome con firmeza, "obligándome" a besar a una mujer, una superior a mí, suave y a su vez exigente. Profundiza en mi boca y nuestras lenguas se enredan en un beso lascivo. Me domina con es beso sucio, arrasador, dominante y estallo en mil pedazos, completamente subyugada por la situación.
Entonces, da comienzo una velada extenuante en el que el tirón de cabellos se convierte en la señal de obediencia y paso de uno a otro, de una a otra, alcanzando la cima que tan sólo conquisto cuando dejo de ocultarme.
bufffff, me voy a la ducha
jijiiii
