No se trata de temática BDSM de manera expresa, aunque seguramente las sensaciones que evoca sí pueden serlo...
Me mira con mirada de acero, dura y punzante… Me hace daño solo verla y al mismo tiempo no podía apartar la vista. ¡Cómo anhelaba tenerla ante mí!
Me fijo detalladamente en ella por un instante, o tal vez una eternidad, no lo sé… Sus labios sonrosados parece que tuvieran vida, que invitasen al beso… Carnosos, dibujados con cincel de maestro… Entreabiertos apenas, como si con ellos ofreciera un aliento vital, la tibieza de su boca y la suavidad de su lengua… Sus ojos se clavaban en los míos… Frío hielo en la nieve de su rostro, impasible ante mí. Profundos, insondables, como una puerta blindada que esconde el tesoro más preciado. Abiertos sin miedo, sin pudor, de un azul inexistente que sólo para ella se ha inventado… Con las pestañas enmarcándolos como a un bello y exquisito cuadro y las cejas negras alzadas en perpetua mueca mitad burla, mitad severidad… El cabello, oscuro como ala de cuervo, revoloteaba a su alrededor, azotando como un látigo las mejillas pálidas, pero ella permanecía imperturbable ante mí…
En el fondo sabía que este momento llegaría… Nunca he sido una buena persona como se supone que debía ser ante el resto del mundo. Siempre me he sentido mala, perversa… Siempre he sentido que mi parte más oscura me puede. Y aunque durante años luché contra ello, a pesar de mi apariencia, de hacer lo que se esperaba de mí, de lo que he aguantado en mi vida, de todas mis sonrisas, de todos mis favores, de todo lo que he dicho o hecho… Aquello que para el resto del mundo era malo, para mí se convirtió en un juguete y con él jugué…
Cuanto más la miraba, más la deseaba… Mis ojos no podían dejar de observarla, no podían apartarse de ella, atraídos como un imán hacia el abismo más profundo… Su cuerpo era invisible bajo su manto oscuro, pero yo sabía lo que se escondía. Sabía qué ocultaba y aun así lo deseaba. Mi sangre hervía pensando en ella, estando ahí… Delante de mí… A mi alcance en ese preciso instante…
Por un momento creí percibir un leve movimiento. Creí ver que ladeaba ligeramente la cabeza y dejaba ondear su cabello al viento. Creí que había un atisbo de sonrisa… Apenas duró un segundo, pero estoy segura de que estaba ahí… Invitándome, incitándome… “Ven conmigo… Sígueme…”.
La oía en mi cabeza, hablándome con voz dulce y sensual. Sus palabras eran una melodía, un arrullo, la calma en medio de la tempestad… Se repetían cada vez con mayor apremio, no podía pensar, sólo escucharla, verla… ¿Tocarla? Sentí que mi corazón se encogía súbitamente… Tocarla… Sólo por un momento… Tocarla… Rozar su piel… Su piel nívea, sin imperfección alguna, resplandeciente… No se me ocurría cuan suave podría ser… ¿Melocotón? ¿Terciopelo? ¿Qué podría parecerse a su tacto? Quería saberlo, necesitaba saberlo… “¿Me quieres?” Su voz en mi cabeza se volvía insistente… “Ven a mí… Tócame… Bésame… Sígueme... ¿Me quieres?”
Sin dudarlo asentí… “Te quiero” susurré… Fue mi perdición… Sus manos ocultas se alzaron. Perfectas, con dedos largos y finos, manos hechas para acariciar, para deleitar… Ella se ofrecía a mí… Me daba su abrazo… Dando un paso hacia ella, sonreí y tomé sus manos…
Entonces el vacío se hizo bajo mis pies, mis manos se congelaron, mis ojos se cegaron, mi boca enmudeció y mi corazón se quebró… No habría vuelta atrás… Mi cuerpo le pertenecía, mi alma era suya… Sus ojos se volvieron fuego y quemándome por dentro acepté mi destino…