Era un dia normal, como otro cualquiera. Aburrido. Elle estaba encamada. La fiebre la consumía desde hacía varios días y aunque ese día se empezaba a sentir mejor el silencio de su habitación apenas roto por el motor de algún coche o el canto de los pájaros del jardín de su casa.
Suspiro. Silencio. Suspiro. Más silencio. Otro suspiro. Elle mira la hora. El tiempo pasa demasiado despacio para sus necesidades de aquel dia. Elle tose. Está triste porque hace varios días que no sabe de él. Más suspiros. Silencio. Elle bosteza, se estira en el incómodo colchón y decide levantarse. Se abriga bien y se dirige a la cocina a ponerse una taza de café y mordisquear una galleta. Se pasa la mano por la nuca y no puede evitar sonreir al imaginar que es la mano de su Dueño la que la acaricia tan íntimamente. Cierra los ojos. Imagina su boca, sus labios duros chupandola perversamente, un beso húmedo, su lengua posesionándose de la suya mientras la atrae contra su duro cuerpo. Ella es un títere en sus manos, un mero receptáculo de su deseo. La gusta ese pensamiento. Elle sonrie. Se da cuenta de lo importante que es él para ella.
El pesado silencio es roto por el estridente sonido del teléfono. El corazón de Elle se acelera. Nerviosa se acerca al teléfono. La voz de él acaricia su mente transportándola al pequeño mundo de fantasia que ambos comparten. Le escucha en silencio. Sin darse cuenta baja la mirada, tal y como debe hacer cuando están juntos. A él le gusta y a ella la excita cada vez que le complace en sus gustos. Los "Si, mi Señor", "No, mi Señor" se suceden en función de sus preguntas. Elle contesta cada una por muy personales o íntimas que sean sin vacilar, abiertamente. Ella es suya por completo y sabe que se debe a él. Nota su sexo humedecerse cada vez más a medida que la conversación discurre. "Si, mi Señor le he echado de menos estos días", "Sí, mi Señor hice todo lo que me ha pedido", "Sí, mi Señor, me encuentro mejor". El rostro de Elle se enciende al escuchar sus últimas plabras y su ardiente despedida. Cuelga. El dia ya no la resulta tan aburrido. Termina su café mientras deja que las imágenes de lo que debe hacer en unos momentos la invadan. Deja la taza vacía en el fregadero y regresa despacio a su habitación. Se acerca a la cómoda y rebusca entre sus juguetes hasta encontrar las bolas chinas. Sigue buscando y saca unas pinzas metálicas con una cadena, de dientes puntiagudos como los de un cocodrilo. Sigue buscando hasta encontrar su vibrador favorito. Suspira. Silencio.