Bueno, voy a contar una fantasia de tematica BDSM que tengo desde hace tiempo.
En ella, soy un humilde soldado raso aleman durante la Segunda Guerra Mundial, en los ultimos dias antes del fin de la misma en Europa, cuando Berlin estaba a punto de caer en manos de los aliados y la ciudad era presa de los bombardeos indiscriminados.
Me refugio en una bella mansion localizada en las afueras de la ciudad germana, y alli me atrinchero viviendo de los enseres y viandas que los dueños habian dejado atras en la despensa cuando se marcharon apresuradamente. Un dia, me despierto con el cañon de un fusil sovietico apuntandome directamente a los ojos, y sobre mi se encuentran cuatro rusas con uniformes militares, unos verdaderos bellezones (hay que recordar que la Union Sovietica uso bastante personal femenino como infanteria, especialmente como francotiradoras, ya que las mujeres siempre han demostrado mas pericia en esta campo que los hombres).
No parecen querer matarme. Primero se divierten conmigo. No van con ningun regimiento, son desertoras que estan aprovechando los placeres que la guerra les brinda. Me obligan a que cocine para ellas, y me dan bofetadas con sus manos enguantadas si la comida no resulta de su agrado. Me obligan a vestirme de mujer, se rien de mi, me obligan a ayudarles a probarse los trajes de la antigua señora de la casa. Me obligan a decirles lo guapas que estan, y si creen que no soy sincero (aunque siempre lo soy) me propinan otro bofeton con sus duros guantes de cuero. Se referian entre ellas segun su rango, una era "Sargento", la otra "Cabo", las otras dos eran "Soldado" (para estas ultimas intentaba referirme como "Soldado Rubia" y "Soldado Morena").
Eventualmente, los juegos adquieren un matiz sexual. Un dia, mientras estoy vestido de mujer, entro en el guardarropa de la casa y encuentro a la lider de aquella pequeña tropa de desertoras, a la Sargento, masturbandose con las piernas abiertas en el suelo de la habitacion. Obviamente, la vision de dicho espectaculo me deja con una ereccion demasiado grande para ignorarla. Ella parece darse cuenta, pero no estamos solos. Las demas tambien han venido, y me sujetan por los brazos y me ordenan tumbarme al suelo, para que su lider pueda follarme todo lo que ella quiera. Yo protesto, no quiero hacerlo. De verdad, no quiero. No me caen bien esas mujeres, no me caen bien mis captoras. No me gustan. No las deseo. Aunque mis instintos me traicionen.
Es entonces cuando la segunda en el mando, la Cabo, una rubia con ojos azules como el hielo, saca una pistola Luger robada a algun cadaver aleman, y me apunta con ella a la cabeza. Su mensaje es claro y contundente: "Como no te la folles, te volare los sesos aqui mismo. Asi que follatela, y follatela bien. Porque si no te volare tus dos cabezas, la de arriba y la de abajo".
Con un quejido, me tumbo en el suelo de espaldas. La jefa, una belleza morena con rasgos asiaticos parecidos a los de las tribus de la estepa siberiana, se asienta encima mio, y comienza a moverse, como si de un torbellino se tratara. Apenas ha empezado cuando otra de las desertoras se sienta sobre mi cara y me ordena comerle el coño, a no ser que quiera un castigo como el que su amiga me prometio. Yo intento complacerlas lo mejor que puedo, primero a ellas, luego a las otras dos, que en un primer momento se conforman con mirarnos a nosotros mientras se tocan entre ellas en un pequeño rincon del guardarropa. Atras queda la guerra, el hambre, el miedo y la muerte. Atras queda el mundo. Detras de esas cuatro paredes solo esta la Nada.
Se corren todas sobre mi, me empapan con sus fluidos, en mi cara, en mi cuerpo... soy un mero recipiente de eyaculaciones femeninas. En cuanto han terminado, se tocan apenas un rato mas, antes de venir hacia mi y empezar a acariciar mi ereccion, que sigue en pie a pesar de las bruscas acometidas de aquellas mercenarias del infierno. Un par de movimientos mas por parte de la enguantada mano de mi generala hace que una lluvia de liquido blanco caiga sobre la cara de esta.
Estoy demasiado cansado. No he comido muy bien los ultimos dias. Apenas he dormido bien los ultimos dias. Y el esfuerzo de intentar hacerle el amor a cuatro sadicas soldados procedentes de todos los rincones de la Madre Rusia obviamente no me ha sentado tan bien como creia...
Antes de quedarme dormido, veo como la lider se acerca, se quita el guante, y me acaricia la cara. Durante un momento, su mirada y la mia se encuentran. Es una sensacion inexplicable. En este breve intervalo de cinco segundos ocurre todo el cariño que ella me hubiera podido dar en todos estos dias.
Horas mas tarde desperte. Y ellas ya no estaban. Yo todavia tenia el vestido puesto. Me lo quite inmediatamente y me puse el uniforme. Sali a la calle. Ni rastro de ellas. Me encogi de hombros. Ya no tenia nada que hacer alli, apenas quedaba comida en la despensa.
Cogi camino y segui por la primera carretera que encontre. Por el camino me encontre con varios regimientos de soldados sovieticos, pero ninguno de ellos llevaba mujeres. Lo cierto es que senti la tentacion de usar el poco conocimiento de ruso que tenia para preguntar por ellas, pero entonces recorde que en ningun momento habian dicho sus nombres. Ademas, tampoco queria correr el riesgo de que los rusos me cogiesen prisionero viendome con el uniforme. Asi que me encogi de hombros. Y segui andando. No sabia que estaba en aquella direccion. Pero tarde o temprano tenia que llegar a la costa. Y de ahi, a otro pais. Quizas a otra vida...