por oculta » Lun Oct 15, 2012 11:00 pm
Atada, sujeta, inmovilizada contra la mesa.
Mi cara, mi cuerpo, cada centímetro de mi piel en contacto con la fría superficie.
Mis ojos cubiertos.
Desorientada...
Te oigo caminar a mi alrededor.
No hablas, ni me tocas.
De vez en cuando noto una corriente de aire y sé que te has acercado.
Sin previo aviso me das una nalgada. Un grito entrecortado escapa de mi garganta, más por la sorpresa que por el dolor.
No ha sido extremadamente doloroso, pero sí enérgico y eso me da una ligera idea de tu humor.
Empiezas fuerte e intuyo que hoy irás más allá, que me presionarás, que me llevarás a mi límite.
Estoy asustada, pero sobre ese sentimiento prevalece el deseo, un deseo arrollador que me posee y me hace ser osada.
Te maldigo en voz queda, aunque sé que me oirás...
Tus pasos se paran, te oigo respirar, luchando contra ti mismo.
Sé que te he enfadado y comienzo a pensar que no ha sido una buena idea.
Tiemblo.
No sé porqué deseo siempre llevarte a ese punto, pero lo cierto es que te deseo enfadado, descontrolado pues sé que me darás lo que tanto necesito con mayor rapidez. Aunque en estos momentos, el valor me haya abandonado y no tenga claro si te gusta el juego o te decepciono con mi inmadurez...
En dos zancadas estás junto a mí.
Ahora sí me tocas... Te colocas entre mis piernas, tu cuerpo cubre mi espalda.
Sigues vestido y, aún así percibo tu calor, la dureza de tu sexo presionando mis nalgas.
Pero no vas a darme lo que mi cuerpo anhela. No me lo vas a poner fácil.
Sé que pretendes torturarme, obligarme a suplicar mientras me haces perder el control.
No permitirás que me escabulla, ni que me refrene como hago siempre...
No vas a aceptar sinó una entrega total, que hace que me sienta aterrada y al mismo tiempo deseosa, terriblemente excitada.
Me sujetas del cabello, tirándome de él, obligándome a arquearme tratando de aliviar ese delicioso dolor.
Tiras al máximo y me siento llevada al límite; las ataduras me anclan a la mesa, tu ruda mano me arranca de mi enclave.
Doblemente tensada.
Las ligaduras se clavan en mi piel, mis ojos se anegan en lágrimas.
Me hago la dura, no quiero llorar nada más comenzar, pero las sensaciones me abruman, me envuelven y me lanzan a esa sensación de pánico tan familiar, de no saber qué hago en este mundo y de angustia al pensar en dejar todo esto atrás...
Susurras en mi oído
-oculta, oculta... No creas que vas a conseguir alterarme fácilmente hoy. No te saldrás con la tuya...
Te voy a hacer suplicar como nunca y desearás haber dejado la rebeldía a un lado.
No me engañas. Debajo de esa fachada en la que te sientes protegida se encuentra la verdadera "oculta" y ésa es la que deseo.
¿Quieres jugar? ¿Quieres mentirte a tí misma??? ¿Quieres hacerlo difícil? ¿Alargar tu agonía?
Bien, yo estoy dispuesto y tengo todo el tiempo del mundo. Veremos quien se cansa antes...
Sin más se aleja.
Me siento sola, perdida, extrañando su calor.
¿Por qué no puedo simplemente aceptar mi esencia sin juzgarme a mí misma?
Traje una sorpresa hoy... -comenta con un deje burlón en su voz-.
Giro hacia su voz, aún sin verle percibo una sutil orden y la inquietud se apodera de mí.
De inmediato oigo pasos...
¡¡¡Dios mío!!! No estamos solos. Alguien ha escuchado mi irreverencia.
Qué vergüenza, me siento estúpida.
Mi corazón bombea desenfrenadamente. Desearía librarme de mis ataduras y salir corriendo.
Esos pasos me rodean. Son suaves, con un ligero taconeo.
-Su exclava, mi Señor? -pregunto notando como mi cuerpo se cubre de rubor.
- Para tí es tu Ama -responde soberbio-.
Ocupa el lugar que hace un momento llenaba mi Señor.
Me habla suave al oído. (Por qué se tienen que acercar a mi oído, maldita sea. Me están poniendo malísima!!!!!)
-Tranquila, niña. -me calma con su dulce voz-.
Es interrumpida bruscamente: Cíñete a mis órdenes. Ya sabes qué deseo que hagas!
Su esclava le responde. Con un breve intercambio de palabras percibo una sintonía difícil de conseguir. Siento envidia porque creo que yo nunca lograré ese nivel de aceptación, porque temo ser siempre rebelde para aliviar mi conciencia. Me encuentro perdida en mis pensamientos cuando noto cómo desliza sus pequeñas manos hacia mis pechos. Alcanza mis pezones y comienza a torturarme. Los aprieta, pellizca, al tiempo que me recuerda qué soy.
-¿Esto es lo que tanto deseas, zorra? -pregunta al tiempo que ejerce más presión.
Hummmmm, por favor, por favor, que no me insulte o no me podré controlar...
Sigue apretando... Dios, dónde está la dulce sumisa de hace unos momentos???
Aprieto mis ojos, me agarro a la mesa. Debo aguantar sin gemir.
-¿No vas a responder? -me provoca retorciendo mis pezones sin misericordia.
Sabes que no puedes engañarnos, dice recorriendo con sus suaves manos mi espalda, bajando hacia mis nalgas, adentrándose hacia mi sexo.
Vamos, admítelo, golfa.
Hummmmmm... otro insulto... Me deshaaaaaaaaago!!!
-Por favor... -suplico, con la voz temblorosa-. Por favor...
-Chica mala, si comprobarlo es muy sencillo -susurra rozando sus labios a lo largo de mi cuello, provocando que mi piel se erice-.
Mete dos dedos en mi húmedo sexo y se me escapa un desesperado gemido. Hummmmmm, por favor, es delicioso.
Bloqueo mi mente, da igual que sea una mujer quien me esté matando de placer... No pienses, no pienses, ves a por tu placer...
Súbitamente para.
De mis labios escapa una protesta. Deseo más, más...
Pasa sus empapados dedos por mi cara.
Huélete -me dice-
Dime, quién te está dando placer?
-Tú -respondo sin pensar-.
Se aparta súbitamente.
No entiendo que ha motivado su brusca retirada, cuando ZASSSSSS!!!!!
Chillo
ZASSSSSS!!!!!!
Nooooo -suplico-.
-Silencio, no quiero oirte -grita enfadada-.
ZASSSSSSSS!!!!!
Buffffffffffffffff
Lágrimas ardientes recorren mi cara.
Noto las manos de mi Señor cubriendo mis tensas manos y siento que conecta conmigo, con mi miedo, con mi vulnerabilidad...
Me muerdo fuertemente los labios, dándome valor para aguantar con dignidad...
Otra "paletada"
Y bien? pregunta algo más calmada-.
-Lo siento. Gracias Señora por corregirme. Usted es quien me está dando placer. Merezco sus golpes por maleducada.
No parece muy convencida porque sigue golpeándome. Intento estar silenciosa, pese al dolor que me provoca.
Arroja la paleta y yo doy gracias mentalmente...
Desliza sus dedos en mi interior de nuevo -sonriendo ante mi innegable excitación- Entra suave, aumentando de ritmo según mis gemidos.
Comienzo a rezar para que prosiga y me haga estallar en mil pedazos, pero se para, dejándome cerca.
Uffffff, qué rápido estoy llegando hoy. Estoy a un paso de correrme.
Mi Señor le da una orden y me deja sola, vacía.
Nooooo, ahora no puede parar.
Obediente se dirige hacia ÉL. Oigo el sonido de la cremallera y una enérgica succión.
Es peor oirles porque mi mente se activa con cada leve gemido, con la deliciosa sinfonía que produce el lametón, la succión, la bocanada de aire al respirar y comienza de nuevo.
Sus respiraciones se agitan, aumenta el frenesí, sus gemidos y... silencio.
Por favor, por favor, que regresen a por mí.
No me pueden dejar así!!!!
-Relájate oculta y reflexiona sobre tu actitud. Te dije que hoy suplicarías y la noche no ha hecho más que comenzar... y, sin más, oigo sus pasos alejándose de mí...
Just breathe...
Allá donde me lleve mi camino, ETERNAMENTE, tendré grabado a fuego su nombre en mi corazón