Son ya 48 horas de abstinencia fetichista; sin comprarme nada. Tanta castidad sensual no puede ser buena para la salud emocional del individuo. Después de tan dilatado período de tiempo sin incorporar nuevos tacones a mi colección, y en los que fijar mi mente, sólo puede suceder lo inevitable: que me dedique a la masturbación intelectual
. Y es así que me pregunto una y otra vez por qué no veo hombres en la calle calzados con los mismos modelos que ofrecen las tiendas de MaryPaz. ¿Seré yo el único con tal patología? Lo dudo, pues si busco en internet las palabras "feminofilia", "feminófilo" o "travestismo", compruebo que somos legiones los contagiados por el mismo virus de adicción a la sensualidad femenina. Hay quien dice que todo es cuestión de tiempo, y que de igual manera que los homosexuales lo tenían muy crudo hace unas décadas, frente a la relativa normalización en la actualidad de su condición, ya llegará, por la misma regla de tres, el día que sea tan normal ver por la calle a un hombre con tacones de aguja, como hoy lo es verlos calzados con unas "Converse". Es cierto que una cosa, si no la única, que se le podría agradecer al tristemente célebre anterior Presidente del Gobierno es la ley del matrimonio gay. No por el número de beneficiados, sino porque de alguna manera contribuyó a dar una imagen de normalidad a la homosexualidad. De hecho en los últimos años he podido ver aquí, en Tenerife, algunas parejas de chicos cogidos de la mano, en la calle y a plena luz del día, cosa inaudita pocos años antes. Pero a uno le dan ganas de clamar mirando al cielo, y al modo bíblico: ¡¿Eh, Zetapé, por qué me has abandonado?! ¿¡Por qué no te has acordado de los travestis!? Y de la misma manera podría preguntarle: ¿¡Por qué te has olvidado de los bedesemeros en genera!? ¿¡Qué te hemos hecho para que nos ignores!? Dicen que mal de muchos consuelo de tontos, pero algo es algo, y se me ocurre pensar que lo mismo sucede en otros lugares de lo que se suele llamar "nuestro entorno". Porque en el resto de países donde poco a poco se va institucionalizando el matrimonio homosexual parece suceder lo mismo. No es cuestión de izquierdas o derechas, porque incluso los "tories" británicos parace que también están por la labor. Sin embargo, lo interesante de todo este proceso es que mientras el matrimonio gay es cada vez más aceptado, y los sacerdotes del nuevo régimen proclaman la buena nueva de la "diversidad afectiva", se niega al mismo tiempo la posibilidad de regularizar relaciones amorosas que impliquen a 3 ó más personas. No necesariamente me refiero a la poligamia de los inmigrantes africanos, sino que estoy pensando en la que de hecho se da entre las personas de cultura llamémosle occidental. Y lo digo tanto en lo relativo al mundo "vainilla" (a través de los amantes extraconyugales), como en el del BDSM, donde es obvio que hay Amos con varias sumisas, Amas con varios sumisos, o una combinación de los supuestos anteriores. ¿Por qué unos son tolerados, y los otros son mal vistos? Las teólogas de género dirán que "el sadomaso supone la cosificación de la mujer, y propicia la violencia contra ellas por el mero hecho de ser mujeres, bla, bla, bla..." Claro que habría que preguntarles qué explicación darían para anatemizar el modelo contrario (el de las Amas y sus sumisos). Y no te digo nada para cuando se trate de un switch. ¿Un día soy machista, y otro feminista? Si la poliginia (un hombre con varias mujeres) o la poliandria (una mujer con varios hombres) son deseadas por todas las partes en juego, ¿qué hay de malo en ello? ¿Qué pecado hay en que 3 ó más personas decidan tener una vida afectiva en común? Mi hipótesis es la siguiente: El BDSM une a los amantes. No hay nada más útil para fundir en amor a dos o más personas que el libre juego con su creatividad erótica, y libre de toda censura moral. Y me atrevería a afirmar que el índice de rupturas de parejas donde el hombre es travesti, y su mujer cómplice de ello, es infinitamente menor al de aquellas otras parejas donde el travestismo en particular, o el bedesemerismo en general, no es compartido por su pareja (dicho de hombres como de mujeres). Pensándolo bien, si Benedicto XVI fuese un poquito más inteligente, reimplantaría las mazmorras inquisitoriales para uso y disfrute de sus feligreses. Estoy seguro que asistiríamos a una anténtica explosión de fe y afluencia a las iglesias, donde por sólo escuchar la homilía y comulgar te permitieran el uso y disfrute de todos los juguetes ideados para alcanzar el éxtasis
. Pero la dinámica de la economía va por otro lado, y lo que ahora interesa es "deconstruir la familia"; convertirnos a todos en consumidores y asalariados; en individuos solitarios carentes de cualquier clase de vínculo familiar que pueda dificultar la movilidad laboral. Individuos aislados que carezcan del apoyo a modo de colchón que suponía la familia en tiempos de crisis. Comercializarlo todo, hasta el amor y el cariño (las principales páginas de contacto en internet son de pago). Un matrimonio gay pedirá estadísticamente menos bajas por maternidad o paternidad que una pareja heterosexual, y, al mismo tiempo, la normalización de la homosexualidad supondrá que se darán menos matrimonios heterosexuales generados por las presiones familiares y la costumbre (matrimonios entre heterosexuales que tienden a generar familias más numerosas). Los miembros de una familia amplia, en cambio, no se sentirán tan obligados a escoger tal o cual oferta laboral, porque siempre contarán con la posibilidad de dedicarse a las labores del hogar, o a preparar oposiciones durante años y años. En una familia de 5, si uno o dos trabajan, el resto puede no hacerlo. En cambio, los individuos solitarios tienen que buscarse la vida, sí o sí. Normalizar el travestismo o el BDSM en general puede ser muy rentable para las empresas que fabrican fustas o botas de tacón. Pero para la economía en general puede ser un lastre, porque aquellas prácticas y gustos generan amor y vínculos afectivos entre las personas, relaciones emocionales que no encajan en un mundo que se rige por la extrema movilidad y disponibilidad de la mano de obra
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Bueno, vale ya por hoy de eyaculaciones mentales, así que me voy con mis tacones a otra parte, toc, toc, toc
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Me gusta el otoño, porque es cuando las chicas usan las botas.