Buenos días, Zarpetica. Gracias por tus agradables comentarios. Y gracias, por supuesto, a la infinita bonhomía y magnanimidad de tu Amo y Señor, sin cuya preceptiva y generosa licencia previa no sería posible este intercambio de opiniones entre seres cuyo divino destino en la vida es entregarse a la sumisión amorosa.
Hay una cosa, Zarpetica, que me ha llamado mucho la atención en tu presentación, y es que abiertamente, sin complejo alguno, casi de forma obscena, dices que eres "de cultura machista" . ¡¡Bravo!! ¡¡Te felicito de verdad!! Porque uno se pregunta: ¿¡Cómo ha podido esta mujer tener el valor de hacer semejante apología de lo que se supone que una fémina de nuestro tiempo tendría que considerar como algo realmente abominable!? ¿¡Cómo se ha atrevido esta mujer a nadar contracorriente, y a decir algo que, con la ley en la mano, podría conllevar recibir un correctivo incomparablemente más duro, y por parte del Estado, que el que le pudiese aplicar el Amo más sádico e inmisericorde!? Habrá quien se compadezca, y dirá aquello de: ¡¡Sin duda Zarpetica es una víctima que ha sido alienada por la más execrable educación misógina. Ella no es dueña de lo que dice; no está en condiciones de opinar como lo haría una persona en plenas facultades!! ¡¡Sólo a las expertas del Instituto Canario de Igualdad les es lícito diagnosticar el evidente síndrome de Estocolmo que esta mujer padece!! Porque, Zarpetica, ¿¡te has fijado que tal enaltecimiento de la virilidad constituye todo un acto de desafío a la nueva fe que alumbra al mundo!? ¿¡No te das cuenta que esa declaración, y encima por escrito, resulta muy, pero que muy políticamente incorrecta!? Decir hoy en día "soy machista" es como proclamarse comunista en la España de Franco; como definirse como hitleriano en la URSS de 1945; como exaltar el ateísmo en el Vaticano. Lo normal, lo correcto, lo acorde con los tiempos que corren, lo prudentemente sugerible hubiese sido que en tu presentación escribieses cosas tales como: "Busco un HOMBRE de verdad, seguro de sí mismo; que sepa lo que quiere, masculino, viril, metrosexual; que no sea alto, sino altísimo, musculado, emprendedor, con carácter, decidido, extrovertido, independiente; que sepa tratar a una dama; cuyo tiempo libre lo dedique a los deportes de riesgo, las motos, el kárate, el boxeo, el judo, y todos los deportes de combate, de profesión juez, deportista de competición, ejecutivo agresivo, policía o militar." ¿Ves cómo se puede decir exactamente lo mismo sin necesidad de incurrir en el uso de palabras y expresiones tabú que pueden herir la extrema sensibilidad de las catequistas de género y sus acólitos? Otros ya han aprendido la lección, y por eso llaman "subsahariano" a lo que de toda la vida se llamó con el nombre del color opuesto al blanco. ¿¡Te das cuenta de lo fácil que es decir las cosas sin buscarte problemas innecesarios!?
Hay quien se empeña en decir que todo en nosotros es cultura e historia social; que hombres y mujeres nacemos exactamente iguales ; vamos que no es posible saber si eres niño o niña. Pero luego nos vemos abducidos por la oprobiosa dominación heteropatriarcalista que nos convierte, contra nuestra voluntad, en hombres o mujeres, con el consiguiente reparto de discriminaciones para ellas, y privilegios para ellos. Y yo me pregunto a veces: ¿¡Pero si somos más los hombres que quisiéramos ser mujeres, y no al revés!? Nadie desea ir a menos; ser más pobre; ser más viejo; ser más feo; tener menos éxito en la vida; ligar menos... ¿Entonces, cómo se explica que por un extraño mecanismo de ultramasoquismo seamos tantísimos los varones que envidiamos la condición femenina, la estética, el físico, la sensualidad y la emocionalidad de las mujeres? ¿Enfermedad? ¿Disforia de género? ¡¡Ah, no, no!! Porque si hasta el Parlamento Europeo pide que no se asocie homosexualidad con enfermedad, yo también reclamo que lo mío sea despatologizado, y sea reconocido como una opción libremente elegida .
Supongo que como soy algo así como lo que ahora llaman bigénero (que no es lo mismo que bisexual), hay cosas que puedo entender en las mujeres, y también en los hombres. Fíjate en los moteros, con su tía buena en el asiento de atrás, de paquete. Tanto él como ella van muy cómodos en sus respectivos roles. Pregúntale a muchas chicas que despotrican contra el machismo si no les gustaría que un chico las llevase a pasear en moto... ¡¡Ummm!! Y entiendo su previsible respuesta, porque en mi caso, cuando veo una chica a los mandos de una moto grande siento como un estremecimiento. No hace falta añadir que soy yo entonces a quien le gustaría ir de paquete, con ella delante, y yo con mis tacones, claro ... El placer de sentirse poseído o poseída no es otra cosa que sentirse amado en grado extremo. Pero eso hoy está prohibido. Se supone que las mujeres son "libres". Libres, claro está, para que puedan convertirse en criadas, empleadas y camareras asalariadas de sus autodenominados libertadores. Es como cuando abolieron la esclavitud en el siglo XIX, para con ello nutrir a la naciente industria con un buen ejército de mano de obra a jornal, un sistema que se adaptaba mucho mejor que el esclavista a tal nuevo modelo productivo.
A las mujeres, o mejor dicho, a muchísimas mujeres, le gustan los machos. Si no fuese así, si las mujeres sintiesen atracción por los hombres femeninos, yo a esta hora tendría más admiradoras que parados hay apuntados en las listas del INEM. Guste o no guste a los nuevos ingenieros y predicadores sociales, entre los homínidos suele darse una muy compleja y jerarquizada red formada por individuos dominantes y sumisos que interactúan entre sí, y que genera sentimientos de seguridad mutua entre los miembros del grupo. Bonobos, chimpancés, gorilas, y, por supuesto, nosotros, somos así. ¡Qué le vamos a hacer! ¿Qué hay de malo en reconocerlo?