Zarpetica: "Pero bueno, me da a mí que además de envidia sana... sientes egoísmo… porque no compartes tus momentos de compras... (te odio sano)"
Pues va a ser que nooooooooo. Un travesti no vive su afición con egoísmo, sino todo lo contrario. Lo que más desea un travesti es poder compartir su feminidad con una mujer, y salir con una chica de compras las dos (y digo bien "las dos", no "los dos"). El problema es que a los travestis le pasa lo mismo que a las prostitutas, los homosexuales (los gay normalitos, quiero decir, no los famosos de la televisión), ciertos transexuales o las dominatrices, que son conscientes de que su estilo de vida es en mayor o menor medida rechazado por la sociedad, y ello les obliga a procurar no exhibir demasiado su forma de ser, que tienen que reservar para la intimidad. Y como uno no es masoquista, en el sentido más patológico de la expresión (que no en el bedesemero), pues no me apetece que me estén machacando a cuenta de mis "rarezas". Por eso intento ir despacio, con prudencia, con pies de plomo (ummmm, mejor dicho, con pies con plataformas
), para no meter la pata (o mejor dicho, para no meter el tacón
), porque por triste experiencia de la vida sé lo doloroso que puede resultar constatar el desprecio de una mujer hacia alguien con un gusto como el mío. No quiero tropezar en la misma piedra, así que procuro extremar la prudencia. Las personas que más daño emocional nos pueden hacer son aquellas a las que amamos. Mientras un skinhead no me de un palo con un bate de béisbol, si éste me llama "maricón de mierda", dicho "piropo" lo consideraré como una muestra inequívoca de sus limitaciones intelectuales. Pero si ese mismo insulto me lo hiciera una mujer de la que yo estuviese enamorado, entonces sí podría hacerme, no mucho, sino muchísimo daño. Es por eso que intento acercarme a las mujeres con la misma prudencia que emplean muchos machos de algunas especies de arañas: El macho avanza unos centímetros por la red, y cuando la hembra -que suele ser de mayor tamaño que el macho- se le acerca, él retrocede. No es tonto el bichito. Ese macho está diseñado genéticamente para acercarse a la hembra, pero al mismo tiempo está programado para practicar el "aquí, te pillo, aquí te mato, y aquí me doy a la fuga antes de que me comas", porque sabe que si se descuida podría acabar convirtiéndose en reserva alimenticia para su prole
, cosa que por "salidos", le suele pasar al final a muchos de sus colegas menos espabilados. Es cierto que conversar vía internet tiene la ventaja de que, desde el anonimato, puedes decir cosas que normalmente no le dirías a la cara a un desconocido, menos a un conocido, y jamás a un familiar. Por contra, el mismo medio tiene el inconveniente de que no le ves el rostro a la otra persona, y eso te priva de la seguridad que te puede aportar "leer" el lenguaje facial
de alguien, donde, al igual que el perro que menea la cola en señal de amistad, uno puede captar si le caigo bien
o si le resulto antipático
a quien tengo frente a mí.
Y ya que estamos hablando de la sensación que te aporta ver la cara de una persona, aprovecharé para contarte, Zarpetica, que el sábado pasado he salido del armario...
Ha sido, como no podía ser de otra manera, en MaryPaz, y con las mismas dos empleadas del día anterior. Y si ha sido así lo fue porque en la conversación que había tenido con ellas me había parecido advertir un no rechazo hacia lo que yo pudiese ser. De manera que esta vez he ido directo a por unos botines con tacón de aguja de 13 cm, más 3 cm de plataforma, en ante, y de color burdeos; lo he tomado en mis manos, y le he dicho a la chica: "el otro día me quedé enamorado de éste". La chica alta me ha preguntado: "¿de qué talla?" Y yo lo he dicho: "de la mía". La otra chica (de la que no había hablado en mi anterior crónica de sociedad) se ha reído, y ha dicho en voz alta, y demostrando tener buena memoria: ¡¡¡la 41!!! Los tres nos hemos reído muchísimo
. La chica alta ha ido a buscarlos, pero ha vuelto con 3 cajas, diciéndome que, desafortunadamente, no había del modelo y talla que yo buscaba, así que me traía otros parecidos. Me los ha enseñado, pero como yo ya estaba encaprichado con los de color burdeos, he preferido guardar castidad
con dicho modelo para momento más propicio. No obstante, y ya que estaba allí, y totalmente desmelenado, en plan "noche loca"
, me he llevado otros botines de cuña que tienen 12'5 cm de tacón y 3 cm de plataforma. Son unos que tienen un estampado en piel de leopardo en color azul marino en la parte del talón, y que, por cierto, hacen juego con unos leggins y una sudadera que tenía de temporadas anteriores, también azules con estampado felino en negro. La chica, como buena vendedora, me ha dicho que la próxima semana vendrá más mercancía. Y claro, -¡excusa perfecta para volver!-
me ha sugerido que me puede reservar un par de los de color burdeos para el próximo sábado, proposición a la que yo he accedido de muy buena gana. Por eso ahora cada mañana descuento un día en la cuenta final, cada vez más emocionado
a medida que se acerca el fin de semana, como una novia en espera de su boda con su príncipe
. En fin, que la experiencia ha sido muy grata, pues hemos conversado sobre este tema con total libertad. Según ellas no soy el único chico que se ha pasado por allí, y con similares intenciones
, aunque, eso sí, son pocos. Me imagino que el no tener tallas mayores de la 41 (creo que por correo puedes pedir una 42) limita mucho la demanda potencial para aquellos chicos con pies más grandes; otros, porque no se atreven, y quizá, también otros porque ¡¡no saben lo que se pierden!!
Me gusta el otoño, porque es cuando las chicas usan las botas.