Demasiados días vainillas, rodeados de familiares, compras, cenas, viaje…. Familia de nuevo… Imposible poder sesionar… y me estaba llenando de dudas y de malestar porque sentía que mi mayor enemigo me rondaba: la monotonía.
Llegue a perderle el respeto por momentos, ver en sus actos equivocaciones, una tras de otra… no entendía, no lo entendía…
Tome las riendas esos días, El me lo permitió…
Me sentí abrumada, si me presionaba a estas alturas saltaba como una fiera, mi mal humor se multiplico por mil, sin razón una vez más… no entendía, no lo entendía…
Decepcionada de mi misma, confundida por mi propia condición, llegue a pensar que no soy sumisa, no soy nada… no entendía…
Hice esa llamada telefónica, una amiga en común, una sumisa sin Amo, sin Dueño a la que le encantaría tener mi Bendición, abrió mis ojos, mejor que mis ojos mi mente, mis posibilidades… y ahí lo entendí!
Sábado 29 de Diciembre 2012, ya ni recuerdo cómo ni por qué, pero termine sobre la cama, boca abajo y aguantando las repetidas nalgadas que mi Amo me daba, debe haberle dolido la mano que saco de la mesa de noche el flogger y empezó a darme con el… aguante! Me lo merecía y por eso aguante, lagrimas en mis ojos, apreté los puños de rabia conmigo misma por haber osado a pensar que no era “su sumisa”.
Me follo, con fuerza… llamándome puta, zorra, y ordenándome que le dijera quien era yo, por supuesto que lo hice, le grite que era su perra, su sumisa y me puso en cuatro para follarme bien y correrse de gusto, estaba disfrutando de usar a su perra, se le veía en la cara.
Cuando pensé que todo se había acabado…
Me puso las esposas, me levanto de la cama y me llevo hasta la taza del váter, de rodillas en el suelo me hizo pasar mi lengua limpiándola, me saco fotos, quería pruebas de que me había puesto así… y yo sentí de nuevo esa sensación que tanto extrañaba, esa sensación de que me dominaran, de que era Él quien mandaba.
Me llevo a la cama de nuevo, me quito las esposas y lamio mis nalgas, escocía pero por alguna extraña razón no dolía…. Me dolía más el alma por haber dudado… Me abrazo y me lleno de esa ternura que solo Él sabe hacer después de sesionarme… Le pedí perdón, le rogué el perdón y solo me dijo: - Dios cuanto te extrañe!
Y ya no me soltó mas, yo no me solté… me sentía como aquella primera vez, me sentí su sumisa otra vez…