MIL GRACIAS, MI AMO, POR ACEPTARME TAL CUAL SOY... SIN CORTAR MIS ALAS Y PERMITIENDO MIS LOCAS FANTASÍAS.
¡¡¡GRAZIAS MI SEÑOR!!!
Un sudor frío recorre mi cuerpo.
No debería estar tan nerviosa, sólo he quedado para tomar un café, para charlar sobre este mundo que me apasiona, pero no puedo evitar que la inquietud me domine y tenga mi corazón acelerado, brincando cuando un sonido se aproxima, provocando reacciones bipolares en mí que no logro controlar...
Si me sincero conmigo misma, debo reconocer que temo este encuentro. No sé con certeza qué me provoca esta turbación. Quizás saberme capaz de pasar de las palabras a los hechos; quizás comprobar cuánto deseo ceder mi voluntad a un ser superior a mí, lo que hace que mi "yo" racional se rebele y, a su vez, algo en mi interior estalle de alegría; quizás no sea otra cosa que comprobar que me atrae otra mujer.
Perdón, eso no es del todo cierto, no es una mujer quien me atrae... bueno, sí lo es, pero lo que provoca mi deseo es que se trata de una Dómina.
Quizás tengan una sonrisa en los labios pensando que intento justificar esta atracción, pero no me atraen las mujeres con las que comparto mis días, con las que me cruzo por la calle, a las que puedo ver en un sinfín de facetas por televisión... Noooo, ninguna de ellas provoca deseo alguno en mí. Lo que me resulta irresistible es saber que va a imponer su voluntad sobre la mía, que va a doblegar mi orgullo, que me va a "obligar" a intimar con esas partes tan familiares del cuerpo femenino que nunca habría imaginado ver en determinadas situaciones, o quizás es sólo que me es difícil aceptarme a mí misma...
Sea cuál sea el motivo, me produce una tremenda tensión.
¿oculta?
Diooossssss, es Ella!!! Mi corazón se desboca, me levanto para saludarla, dudando entre estrechar su mano o darle unos besos en sus mejillas... Me sonrojo por mi titubeo, reprochándome mentalmente no haber estado más atenta, más concentrada... en lugar de relamerme pensando en cosas prohibidas.
Mistress Strict salva mi indecisión, adelantándose para besarme cerca de la comisura de mis labios y me susurra un "tranquila" que envía oleadas de deseo por mi torrente sanguíneo.
Bajo mi mirada, abochornada por la reacción de mi cuerpo, por mostrarme como una chiquilla sin experiencia, por permitirle ver lo deseosa que estoy de servirla. No me atrevo a mirarla de nuevo hasta que logro dominar mi alocado corazón.
Toma el mando de inmediato. Supongo que es lo que nos define, no sólo como personas, sinó el rol en el que más cómodos son sentimos, pero yo agradezco que se encargue de llevar el mando y el hilo de la conversación. Me resulta más sencillo de este modo.
Debo admitir que me agrada verla guiando la velada, tomando las decisiones que a mi siempre me resultan estresantes.
No puedo dejar de admirarla, con su hermoso cabello, sus ojos vivaces que me traspasan el alma y esa sonrisa; unas veces dulce, otras prometedora de rudos tormentos.
Me fascina su autoridad y me dejo llevar por sus deseos... que no son sinó una extensión de los míos.
Así, de forma relajada, vamos pasando de un plan a otro; de una cita para tomar café, a una cita para cenar; de una conversación sosegada a unos perturbadores roces que prometen satisfacer mis fantasías más sucias; de una charla entre dos mujeres que se van conociendo, a un tranquilo diálogo entre dos seres que admiten sus roles y que desean vivirlos en libertad.
Me acerca su cubierto y con un gesto me indica que pruebe lo que me ofrece.
Intento rechazar educadamente. Me averguenza que puedan verme en una actitud tan íntima con otra mujer.
Se disgusta...
Hummmmm, está divina con el enojo asomando a sus ojos, levantando su ceja con autoridad.
No puedo evitar sonreir y obedecer, pese a no desear probar su comida en público...
Tampoco Ella puede evitar sonreir, al tiempo que me reprocha por luchar contra sus deseos.
-Hummm, si estuviéramos a solas te castigaría por tu tardanza en satisfacerme -me susurra sensual.
-¿Está segura de qué sería un castigo? ronroneo provocadora.
Su mirada se ilumina. Sé que la estoy alentando, autorizando a traspasar la línea que me había jurado no pasar en una primera cita, pero estoy tan cómoda, tan caliente, que la prudencia queda relegada a un lugar remoto de mi conciencia.
Se aparta, me observa fijamente, zambulléndose en mis ojos, buscando la verdad que no puede ocultar la mirada.
Hummmm, deseo que entrelace sus dedos entre los míos y me arrastre a ese lugar de perdición que puebla mis fantasías, donde le permitiré tomar todo lo que desee.
Mueve su silla e interpreto que nos vamos. Hago el amago de levantarme cuando sus frías palabras me detienen.
-¿Qué estás haciendo? -pregunta sarcástica.
Me desconcierta. El cambio entre la perfecta anfitriona a la autoritaria Dom es tan rápido que me bloqueo... No sé qué responder. La he malinterpretado y sólo deseo que pase este bochornoso momento.
Ruborizada me excuso, sintiéndome abochornada...
-Disculpe, no la entendí -digo en un hilo de voz-.
No contesta, alargando mi turbación.
Mi cuerpo comienza a transpirar...
No, no, noooo... ¡¡¡Maldita sea!!! Es imposible que pase desapercibida la capa de humedad que comienza a cubrir mi labio superior y que trato de camuflar disimuladamente.
Doy un vistazo rápido y compruebo que observa todos mis movimientos, disfrutando de mi incomodidad...
Debería enfadarme por esta humillación, pero lo cierto es que me subyuga la fuerza que irradia y lo único que puedo pensar es en estar firmemente sujeta a su disposición.
Pídeme lo que desees, oculta -me exige-.
Mis ojos le transmiten mi conflicto interior.
-Me da verguenza -susurro, completamente desconcertada y sofocada-.
-No seas cobarde, inténtalo.
-Señora... yo... yooo... desearía... es decir, si Usted quisiera... si pudiéramos ir a un lugar más íntimo...
-¿Para qué? -replica al instante-.
Dios, la miro incrédula. Me está arrastrando, humillando, haciéndome suplicar para obtener su atención... y antes de pensar mi respuesta, mi mal humor se atreve a responder.
-¿Usted qué cree?
-hummmm, cuidado -me advierte, con un crudo deseo danzando en sus ojos-.
-yo... lo lamento -susurro-. Estoy confundida y temo que estoy estropeando la velada -respondo apesadumbrada-.
Sonrie de nuevo y, acercándose seductora, me apremia para que le dé la respuesta que le debo.
-Vamos, oculta, ya hemos hablado de lo que buscamos, de lo que deseamos. Ambas lo sabemos. Sólo quiero oírtelo decir en voz alta.
Uffffff...
-Yo... yoo... deseo ser su juguete, si Usted me acepta... -cierro los ojos deseando y temiendo su respuesta-.