100
% Real |
Nunca había pensado que llegara a tener
inclinación a escribir alguna de mis aventuras sexuales, pero la última que me
ha ocurrido siento que tengo la necesidad de contarla, porque seguramente ha
sido la más excitante que he vivido. Desde luego es 100 % real.
Me llamo Javier, vivo en Valencia, tengo
30 años y físicamente estoy bastante bien. Me gusta cuidarme y tengo algo de
lo que me siento particularmente orgulloso, como es el tamaño de mi miembro. La
verdad es que tengo un pene muy muy grande que todas las mujeres con las que he
estado han coincidido en que es enorme y muy duro.
Hace unos días tuve que viajar a
Barcelona por motivos de trabajo y pasé dos días en un hotel de la ciudad. El
primer día se me hizo largo porque anduve metido en reuniones y visitando
clientes de un lado para otro. Cuando terminé, a eso de las 7 de la tarde,
decidí volver al hotel, quitarme el traje y la corbata, pegarme una buena ducha
y salir a dar una vuelta. Necesitaba airearme y lo que menos me apetecía era
encerrarme en la habitación con el mando a distancia de la tele y poco más
para hacer.
Cogí un taxi que me llevó de la oficina
al hotel. Antes de llegar le dije al taxista que me dejara en la Plaza de Cataluña
porque quería acercarme a unos grandes almacenes muy conocidos en la Plaza para
comprar un libro y tener algo que leer antes de dormirme. Entré y me dirigí a
la sección de librería y me dediqué a ojear las tapas de los libros que allí
había a ver si alguno despertaba mi atención. En eso, una voz me dijo:
- Perdone…. ¿me puede decir cuánto
cuesta este libro?
¡¡ Ya estamos!!
- pensé yo.- Siempre que entro vestido con traje y corbata me confunden con
un vendedor de aquí.
Me di la vuelta con intención de deshacer
el error y vi una chica que no aparentaba más de 18 años, con el pelo rubio
con mechas, media melena, bajita y con un aspecto angelical.
- Perdona pero no puedo ayudarte. No
trabajo aquí
- Disculpa
- me dijo. Y se dio media vuelta.
Yo volví a enfrascarme en comprar algo
para leer esa noche. Ella estaba a mi lado, absorta en las portadas de los
libros, cuando de repente cogió una novela de Noah Gordon que yo había acabado
de leer hacía un par de días. Como quiera que a mí me había gustado mucho la
novela, no pude reprimirme:
- Buena elección -
le dije .
Ella me miró un tanto sorprendida, porque
no esperaba oir a nadie.
- ¿Lo has leído?,
preguntó .
- Lo terminé la semana pasada, y me gustó
mucho. Ahora bien…. Tienes que tener ganas de leer porque son mil y pico páginas
- añadí.
- Eso no es problema. Me encanta leer.
- Es una buena forma de pasar el tiempo,
desde luego.
Sin añadir más se dirigió a la caja y
yo nuevamente la seguí con la mirada. Estaba absorto porque no sólo tenía un
culo precioso sino que su voz era alucinante. Aguda, delgada, como la de una niña
de 15 años….. Mientras estaba pagando en la caja desvió su vista hacia donde
yo estaba y me pilló mirándola. Ella apartó la mirada cuando se cruzó con la
mía y yo hice lo mismo y volví a la elección de mi lectura. Me sentía
incluso un tanto avergonzado de que me hubiera pillado observándola y cambié
de sección. Me fui a los libros de viajes pero no porque me interesaran sino
porque andaba aún pensando en su voz, su culete y su aspecto de niña morbosa y
estaba bastante desconcentrado. Cogí una guía de Barcelona y comencé a pasar
las hojas sin interés y pensando en ella pero sin levantar la vista del libro
casi por vergüenza a cruzarme otra vez con su mirada…. hasta que oí:
- ¿Necesitas ayuda?
Era ella….
- ¿Ayuda?
- Sí -me dijo- ¿Necesitas
conocer algo de Barcelona? Como te veo con la guía….
- No, gracias. Sólo estoy buscando algo
para leer hoy.
Pero necesitaba decirle algo más. Ya que
ella se había acercado a hablar no podía dejar la conversación porque quería
seguir oyendo su voz.
- Eres de Barcelona, por lo que veo - le
dije
- Si… y por lo que veo también, tú no
lo eres
- Sólo estoy un par de días por trabajo
y es curioso…pero aunque he venido cientos de veces a Barcelona, no conozco
nada de la ciudad.
Decidí seguir a la brava, a ver si sonaba
la flauta
- ¿Tú no sabrás algún sitio al que
valga la pena ir para "colgaos" como yo?
- Conozco muchos sitios, pero depende del
plan en el que quieras.
Me lo decía con una vocecita tan inocente
que parecía que nunca había roto un plato. Entonces fue cuando empecé a
fijarme en ella. Tenía los ojos castaños claros, la boca pequeña, unos
dientes blanquísimos y perfectamente alineados. No mediría más de 1,55,
menudita, tetas pequeñas y una apariencia de niña que le hacía que yo le
echara una edad de no más de 16 ó 17 años. No obstante, su forma de hablar y
su seguridad indicaba lo contrario.
- Pues la verdad es que no sé el plan en
el que quiero. Todo es cuestión de opciones.
- Si quieres un plan tranqui, te
recomiendo un sitio por la zona del barrio gótico. Para marcha… uno en la
calle Valencia, me dijo.
Decidí tirarme a la piscina:
- ¿Y tú no me harías de guía?
Ella guardó silencio…… un silencio
que duró un par de segundos que a mí me parecieron una eternidad.
- ¿Cómo te llamas? -
preguntó
- Javier. ¿Y tu?.
- Cristina.
- ¿Te apetece tomar un café, Cristina?,
le dije.
Dios mío… era la pregunta más típica
del mundo, pero no se me ocurrió otra. Y añadí:
- Así tendré la oportunidad de
convencerte para que seas mi guía.
Ella sonrió como señal de aceptación de
mi café y subimos a la cafetería que estaba en una planta superior. Delante de
la taza empezamos a charlar sobre a qué nos dedicábamos cada uno. Me contó
que era psicóloga, que trabajaba en un gabinete de psicología clínica, por lo
que deduje que evidentemente no tenía los 16/17 años que aparentaba. Yo le
hablé de mí: que me dedico a marketing y publicidad, diseño de campañas y
seguimiento de su efectividad. Hablábamos y hablábamos. Me dijo que tenía 26
años (¡¡¡quién lo diría!!!) y que acababa de mudarse a un piso para
independizarse de su familia, porque no aguantaba más los rollos de sus
padres…….
……así, durante más de 2 horas. La conversación suya
era muy agradable y coincidió que teníamos gustos parecidos: a los dos nos
gustaba la música, la naturaleza y el deporte. Los cortados que nos habíamos
pedido estaban más que terminados y ya empezaba a sonar por la megafonía
aquello de "estimados clientes, el centro va a cerrar sus puertas en 10
minutos y tal y tal y tal". Reaccionamos y nos levantamos para salir. Pagué
los cafés y mientras bajábamos por las escaleras mecánicas flotaba en el
ambiente aquello de que "alguien tiene que dar el paso para que no nos
despidamos al salir a la calle". Evidentemente, quien tenía que dar el
paso era yo.
- ¿Continuamos la conversación delante
de una cena?, pregunté
- No puedo. Tengo que terminar un informe
para mañana y quería acabarlo en casa, contestó. Pero si quieres te puedo
recomendar un buen restaurante para que cenes, ….. aunque sea solito.
- Te lo agradezco, pero para cenar sólo
prefiero quedarme en el hotel.
- ¿En qué hotel estás?
- En el Meliá Apolo
- Queda cerca de aquí. Además tengo mi coche aparcado cerca
y por lo menos te acompaño hasta la puerta dando un paseo.
En 10 minutos nos plantamos en mi hotel.
Cuando llegamos decidí volver al ataque.
- ¿De verdad que me vas a dejar cenar sólo?- dije, medio sonriendo
Ella dudó… pero al final dijo
- Vale, pero sólo si me prometes que podré
terminar mi trabajo esta noche.
- Prometido. Cenamos y a nada más.
- ¿Qué te apetece cenar? ¿De qué
tipo?,
preguntó .
- Ahí ya me dejo aconsejar por ti.
Conocerás mejores sitios en Barcelona que yo.
- Conozco un sitio que hacen buena comida
italiana, pero deberíamos ir en coche. ¿Tienes coche?.
- Vine a Barcelona en avión y me muevo en
taxis.
- Pues iremos en el mío,
agregó .
Efectivamente su coche estaba aparcado
cerca del hotel. Era un coche de esos coreanos nuevos, blanco e impecable por
dentro. Nos dirigimos hacia la zona del barrio gótico de la ciudad. Durante el
trayecto, no muy largo, fuimos conversando sobre lo bonita que era Barcelona y
demás cosas triviales…. aunque yo andaba con la mente más distraída pensado
en la situación, en lo buena que estaba y en el morbo que me provocaba
Cristina.
Llegamos al restaurante y nos sentamos
ante una mesa. Pedimos la cena y una botella de vino Lambrusco, que sin ser el
mejor del mundo, entra fácil. Nuestra charla durante la cena fue tomando cada
vez mejor color. Me contó que se acababa de separar de su marido (¡¡¡coño:
casada!!!), después de sólo un año de matrimonio porque, según ella, él era
un auténtico caradura y que incluso en la cama era un inútil. Aquella confesión,
seguro que ayudada por el hecho de que ya estábamos vaciando la segunda botella
de Lambrusco, me animó a preguntarle:
- ¿Que qué es lo que esperas tú de un
hombre en la cama?
Pues nada en especial, pero mi marido no
era capaz de arrancarme ni un mínimo de placer, respondió.
- No es justo,
dije
- ¿El qué no es justo?, preguntó
ella
- No es justo que a una mujer como tú no
se le dé todo el placer posible.
Vaya gilipollez acababa de soltar. Se me
veía el plumero claramente y, palabra de honor, no estaba cenando con ella con
la única intención de follármela, sino que de verdad me encontraba a gusto
con su compañía.
Ella se puso un poco colorada, bajo la
mirada y continuó comiendo. Ante esa situación decidí cambiar de tema
radicalmente para no incomodarla.
Cuando terminamos de cenar salimos a la
calle y nuevamente empezó a flotar en el ambiente aquello de "que alguien
de los dos diga algo para no irnos a casa ya". Esta vez, imagino que
gracias al vinillo que llevábamos encima, lo dijo ella.
- ¿Te apetece que vayamos al puerto a
tomar algo?
- ¿Y tu informe?.
Mi pregunta era más cínica que otra cosa, porque para nada quería que se
fuera.
- No me hagas sentirme culpable. Anda,
vamos a tomar una copa.
Nos fuimos a un sitio en el puerto al
final de las Ramblas que soy incapaz de recordar cómo se llama. Me pedí un
whisky y ella pidió una copa de Amaretto. Era un garito con la música bastante
alta, pero había poca gente porque era un lunes. Algunas parejas y algunos
despendolados de la noche. Con la música tan alta era difícil escuchar una
conversación, lo que nos obligaba a acercar la boca al oído del otro cuando
hablábamos. Esto me hacía oler su colonia y me iba poniendo cada vez más a
mil. Mi polla empezaba a ponerse dura y ella empezaba a insinuarse (o no, pero a
mi me lo parecía).
Los dos estábamos ya en un estado de
pedete alegre y salimos a la pista a bailar. Ella se puso de espaldas a mí y
empezó a moverse de una forma que subía y bajaba y frotaba
"descuidadamente" su culo contra mi polla, ya a punto de explotar.
Entonces decidí atacar: le dí la vuelta y le aticé un beso en la boca que
ella respondió con su lengua y mordiéndome los labios. No sólo no rechazó el
beso, sino que me cogió del cuello y me empezó literalmente a
"comer" la boca y el cuello como una auténtica leona.
- Vamos a sentarnos,
dijo, mientras me cogía de la mano y me llevaba a uno de los sofás.
Allí, sentados, empezó la guerra. Mis
manos cogieron su cabeza y el ritmo de besos fue aún más rápido. Ella gemía
y empezó a deslizar su mano hacia mi paquete, que incluso me hacía daño
contra el pantalón del calentón que llevaba. Me sobaba la polla por encima del
pantalón y comenzó a desabrocharme lentamente la cremallera para meter su
mano. Yo mientras tanto le sobaba las tetas por encima de la blusa y acariciaba
su culito, ese culito que me había quedado mirando en la tienda. Cuando me hubo
bajado la cremallera del todo, me metió la mano dentro del pantalón y del
boxer y comenzó a magrearme la polla. Se me quedó mirando y me dijo medio de
guasa:
- ¿Todo esto es tuyo?.
- Y tuyo si lo quieres,
respondí.
- Vámonos de aquí, que estoy que no
puedo más.
Salimos del garito y nos dirigimos a su
coche. Yo pensaba en irnos directamente al hotel y follar hasta reventarnos.
Cuando íbamos a entrar en el coche que estaba en la calle me extendió las
llaves y me dijo:
- Conduce tú.
Se sentó en el asiento del copiloto y me
soltó:
-¿Me dejas que te la coma?
- ¿Aquíiiiiiiii?!!!
pregunté sorprendido
- Aquí. Tengo ganas de ver tu
instrumento. Pero arranca y vamos a tu hotel. Quiero chupártela mientras
conduces.
Arranqué el coche y ella se inclinó
sobre mi polla. Me bajó la cremallera, me la sacó y empezó una mamada como no
me habían hecho otra igual. Me pasaba la lengua por el capullo y con los labios
me hacía como si fuera una paja. Mi polla es muy grande: mide en estado de
alegría más de 26 cm y es muy gorda, pero ella era capaz de tragársela casi
entera, dejarla dentro de su boca unos segundos y sacársela lentamente mientras
me apretaba ligeramente los huevos. Yo mientras tanto iba conduciendo, volviéndome
loco de placer y saltándome los semáforos, desorientado de las calles y
esperando encontrar pronto el hotel. Por fin lo vi y aparqué, como pude, el
coche. Cristina seguía mamándome la polla, y con la mano que le sobraba se había
bajado la cremallera de su pantalón y estaba acariciándose el coño.
- Ya hemos llegado,
le dije
Ella levantó ligeramente la cabeza, vió
que había aparcado y volvió sobre mi polla, diciéndome:
-Ya voy, pero antes quiero tu leche.
Bastó oir eso y dos lamidas más para que
me corriera como un animal. Mi polla empezó a lanzar chorros de semen que caían
en su boca, en su lengua y que se tragó sin dejar escapar ni una gota. Se
levantó, se subió su cremallera y me acercó la mano con la que se estaba
masturbando a la nariz para que oliera. Olía a flujo, y por lo mojados que tenía
los dedos debía estar absolutamente chopada.
- Mira cómo me has puesto.
me dijo
-Vámonos a la habitación.
Entramos en el hotel, y mientras yo pedía
la llave de mi habitación en la recepción ella ya estaba llamando al ascensor.
Nos metimos en el ascensor y nos fundimos en un beso que duró hasta que terminó
el trayecto. Su boca sabía a semen y no me resultaba desagradable, todo lo
contrario, y le desabroché el pantalón y bajé la cremallera y empecé a sobar
su coñito. Noté que estaba depilado totalmente aunque mantenía un pequeño
montículo de vello muy cortito en la parte superior. Efectivamente estaba
chopada y los achuchones que le daba a su clítoris hacían que se mojara aún más.
Cuando nos dimos cuenta, el ascensor estaba ya más que parado y las puertas
abiertas.
Así como estaba, con sus pantalones desabrochados, salimos
del ascensor y entramos en mi habitación. Nada más cerrar la puerta nos
lanzamos encima de la cama y seguimos besándonos como locos.
Entonces ella se levantó y me dijo:
-No te muevas, que voy a sacar algo del
minibar.
En eso comenzó a despojarse de su ropa.
Se quitó la blusa y mostró un sujetador blanco que recogía sus tetas pequeñas.
Luego el pantalón y se quedó con un tanga blanco que mostraba un culo de ensueño.
No me podía creer lo que me estaba pasando, pero…. ¿para qué pensar? Me
desnudé rápidamente y me acerqué a ella, que estaba de pié poniendo dos
whiskys con hielo que había sacado del minibar.
Mi polla estaba otra vez a tope y ella,
con una copa en la mano, se arrodilló y volvió a mamármela. Ahora bebía un
poco de whisky y, sin tragarlo, se metía mi polla en la boca. La sensación de
frío de la bebida y de caliente de su boca sobre mi polla me estaba volviendo
absolutamente loco. Así estuvo durante un rato hasta que la levanté y la
conduje hasta la cama.
Se tumbó boca arriba en la cama con el
culo casi en los pies de la misma y flexionó las piernas en clara invitación a
que le comiera el coño. No hacía falta esa invitación, porque estaba deseándolo.
Me sumergí en su coñito. Estaba inundado de flujo y mi lengua pasaba desde su
ano hasta el clítoris, parándome en la entrada de su cueva y metiendo y
sacando mi lengua como si me la follara. Mientras tanto ella no paraba de gemir,
de acariciarse las tetas y de pellizcarse los pezones. Estuve así durante un
buen rato, hasta que me dijo:
-Quiero tu polla. Déjame comértela otra
vez.
Vaya. Cristina era una fan del sexo oral,
por lo que parecía. Me tumbé en la cama y ella se puso encima empezando un
fantástico 69. Ahora yo tenía a la vista su culo y le lamía el ano y el coño
hasta hacer que se retorciera de placer. Mi polla estaba más grande que
recordaba yo haberla visto nunca y me la cogía con las dos manos mientras se la
metía en la boca chupándola con fuerza.
De repente se levantó, se dio la vuelta
poniéndose a horcajadas sobre mí y, cogiéndome el rabo, empezó a metérselo
muy despacio por su coño. Al principio parecía que no entraba porque estaba
enorme y encima Cristina era bastante pequeñita, pero bastaron un par de
movimientos de sus caderas para que se la encajara casi de un golpe y toda
entera. Esto nos arrancó un gemido a los dos, y ella paró de moverse durante
unos segundos para que se acoplara mi polla a su coñito. Empezó a moverse
lentamente arriba y abajo, aumentando progresivamente la velocidad hasta que se
convirtió en una carrera al galope. Yo mientras tanto le sobaba las tetas, el
culo y nos besábamos en la boca apasionadamente. Sentía que estaba a punto de
reventar, pero intenté aguantar porque me estaba proporcionando tal placer que
no quería que acabara nunca. Ella aceleró el ritmo y a comenzó a gritar:
- Me corro, me corro, me corro!!!!!!
Cristina estalló en un orgasmo brutal.
Nunca había oído a una mujer gritar y gemir de esa manera con un orgasmo, y
esos gemidos hicieron que yo no aguantara más y me corriera también dentro de
su coño. Notaba los chorros de leche como inundaban su interior. Ella se mantenía
con los ojos cerrados, jadeando y como en trance. Yo acababa de tener el orgasmo
más alucinante de mi vida.
Unos instantes después volvimos a la
realidad. Nos fundimos en un largo beso y se levantó sacándose mi polla de su
coño. Chorreaba, e incluso tenía un hilillo de semen mezclado con flujo que le
caía por el interior de los muslos. Se arrodilló en la cama, cogió mi polla y
empezó a lamerla hasta dejarla del todo limpia y reluciente, y bastaron 30
segundos para ponérmela otra vez dura como una piedra y grande. Entonces me miró
y, sin decirme nada, me dio la espalda, poniéndose a 4 patas sobre la cama y
mostrándome el culo.
Dicen que cuando una mujer se te pone a 4
patas es que está dispuesta a que le hagas lo que quieras, aunque a mí me
parece que no era necesario que Cristina se pusiera así para saber que estaba
dispuesta a todo. Su culo en pompa era una verdadera maravilla y me acerqué a
su ano con la intención de lubricarlo bien. Quería follarme ese culo y comencé
a chuparlo lentamente. Pasaba la lengua por su vagina y arrastraba flujos al
ano, donde se la metía cada vez un poco más dentro. Ella se estaba retorciendo
de placer y su culo daba muestras de empezar a dilatarse.
Me puse detrás de ella y apoyé la polla
en su ano. Cristina, al notarla, movió un poco el culo hacia atrás y se encajó
el capullo de mi rabo de un golpe, al tiempo que emitía un pequeño gritito.
Ahora venía lo más difícil y empecé a empujar lentamente. La polla entraba
muy despacio, sobre todo porque no quería ser en absoluto brusco con ella.
Cristina se mordía los labios en una mueca de placer y dolor. Poco a poco entró
toda y cuando nos dimos cuenta mis huevos ya chocaban contra su coño. El ritmo
de las culeadas aumentó y mi polla, grande y gorda como nunca, entraba y salía
de su culo con cada vez más facilidad. Ella no dejaba de gemir y debía haber
llegado ya 2 ó 3 veces al orgasmo por los gritos que iba dando y mi polla
estaba nuevamente a punto de reventar. Dos minutos o así después me corrí
nuevamente llenándole el culo con mi leche.
Nos quedamos tumbados después de la
batalla y debimos dormirnos durante aproximadamente media hora. El efecto del
vino y las copas había hecho efecto. Cuando nos despertamos, me dijo:
-Me tengo que ir a casa. ¿Cuándo te
vuelves a Valencia?.
- Mañana por la tarde,
contesté
- ¿Volverás a Barcelona? No quiero dejar
de disfrutar de tu pollón.
-Seguro que sí.
Nos vestimos y bajé a acompañarla al
coche. Cuando nos despedimos me dio un beso en la boca que me hizo empalmarme de
nuevo. Intercambiamos nuestros números del móvil y quedamos en llamarnos la próxima
vez que yo fuera a Barcelona.
Al día siguiente la llamé desde el
aeropuerto antes de subir al avión para ver qué tal estaba. Tuvimos una
conversación de lo más agradable que me hizo pensar que seguramente cuando
vuelva a Barcelona no me tenga que comprar un libro para pasar la noche en el
hotel aburrido.
Me encantaría recibir comentarios a mi
mail
Gracias y un saludo
Javier
100
% Real (2) Encuentro en Valencia |
por
Javier
Sigo contando mis experiencias con aquella
chica que conocí durante un viaje de trabajo en Barcelona. Repito que lo que
cuento es 100 % real, que son cosas que he vivido y que me gusta contarlas.
Cuando volví de Barcelona a Valencia, mi
ciudad, no pensaba que iba a volver a ver a Cristina. Aquello pensaba que había
sido sólo una aventura, superexcitante, eso sí, pero nada más que una
aventura. Nos habíamos intercambiado los teléfonos y habíamos hablado el día
después, pero sinceramente yo pensaba que ahí había terminado todo.
Con el paso de los días me enfrasqué en
el trabajo y, aunque no me olvidé de ella ni del fantástico polvo que pegamos,
la vorágine del día a día me hizo concentrar la mente en otras cosas.
Casi un mes después de ver a Cristina me
sonó el móvil y contesté.
"¿Si?"
"¿Javier?"
"Si, soy yo. ¿Quién eres?"
"No sé si te acordarás de mí. Soy
Cristina. Nos conocimos en Barcelona hace algunas semanas “
¡¡ Dios mío, claro que me acordaba !!.
Era la misma voz de niña que me había
abordado en la librería hacía unas semanas y que de ninguna manera podría
olvidar.
"¡¡¡Cristina!!! ¡¡¡Qué alegría
oírte!!! ¿Cómo no me voy a acordar de ti?"
"Yo también me alegro de oírte.
Estoy en Valencia. He venido a un congreso y voy a quedarme un par de días."
En aquel momento me empezó un cosquilleo
que no sabría definir. La posibilidad de volver a ver a esa chiquilla (bueno…
chiquilla de 26 años) con la que había pegado probablemente uno de los mejores
polvos de mi vida me ponía a cien.
"Pues me encantaría que pudiéramos
vernos", le dije
"¿Para qué crees que te he llamado,
pues?", dijo entre carcajadas. "Yo voy a estar
un poco liada con las sesiones, pero tengo mañana hueco a la hora de comer. ¿Nos
vemos a esa hora?"
Yo había quedado al día siguiente para
comer con un cliente. Era una reunión muy importante porque suponía cerrar (o
no) una operación de muchísimos millones de pesetas. No podía decirle que no
a mi cliente, pero tampoco quería dejar de ver a Cristina.
"Me dejas hacer una llamada y te
llamo? Mañana había quedado para comer pero te aseguro que me apetece más
comer contigo", le dije
"Vale, espero tu llamada. Y tengo que
decirte una cosa…" -añadió. "No
he podido olvidarme ni un segundo de aquella noche, ni del tamaño de tu… ya
sabes qué"
Ahora sí que no me cabía ninguna duda de
que iba a darle plantón a mi cliente. Me inventaria una guerra nuclear en mi
barrio, un terremoto en mi oficina o un maremoto en la piscina de mi casa, pero
yo tenía que verla al día siguiente
"Te llamo en 5 minutos. Hasta
ahora"
Mentí. No tardé ni 5 minutos en llamarla
porque inmediatamente había localizado a mi cliente, le había puesto una
peregrina excusa, que sin embargo se creyó, y estaba de nuevo hablando con Cris
por teléfono.
"¿Ya?",
me preguntó sorprendida
" Ya. ¿A qué hora quedamos y dónde?"
- dije
"Eso es cosa tuya ahora. Recuerda que
tú eres el anfitrión aquí y yo me voy a dejar aconsejar buenos
restaurantes."
"¿En qué hotel estás?",
le pregunté.
"En ninguno. Duermo en casa de unos
amigos de mis padres. Me puedes recoger en la puerta del Palacio de Congresos
sobre la una y media si te va bien"
"Me va estupendamente. Allí estaré.
Y el restaurante lo elijo yo"
"Hasta mañana pues"
"Hasta mañana"
A partir de ese momento ya no pude
centrarme en el trabajo. Pensaba en su culito, en su cuerpo y cara de niña, en
su destreza en chuparme la polla y cómo fue capaz de meterse una tan grande
como la mía por el culo. Esos pensamientos me asaltaron durante el resto del día
e incluso durante la tarde tuve que meterme en el aseo de la oficina a hacerme
una buena paja porque no paraba de pensar en lo que me esperaba al día
siguiente. Cuando salí del baño, mi secretaria debió de haberse dado cuenta
de lo que había hecho dentro porque salí sin poder ocultar la tremenda erección
de mi polla que me formaba un enorme bulto en el pantalón.
Dormí bien aquella noche, aunque me
despertó sobre las 3 de la mañana un mensaje que recibí en el móvil. Era un
mensaje de texto que venía del número de Cristina y decía: "ESTOY DE
COPAS CON COMPAÑEROS POR LA NOCHE VALENCIANA. ESTOY MUY EXCITADA PERO ME
RESERVARÉ PARA TI."
Aquel mensaje fue suficiente para que
durmiera el resto de la noche a trompicones y con la polla más dura que una
piedra. A la mañana siguiente me levanté antes de lo habitual, marché al
despacho y estuve toda la mañana mirando el reloj esperando que llegara la hora
de comer aunque creo que no ha pasado el tiempo más despacio en toda mi vida.
A la una y cuarto de la tarde estaba yo
con mi coche en la puerta del Palacio de Congresos. Sentía una excitación
fuera de lo común, como la de alguien que piensa que puede pegar ese día el
primer polvo de su vida. A las 2 menos cuarto (¡¡¡dios mío, encima tuve que
esperar!!!) la vi aparecer a lo lejos, saliendo del edificio, cargada de papeles
y andando deprisa como alguien que llega tarde. Llevaba puesto un vestido negro
como de gasa, con la falda muy corta, con algo de vuelo y unas sandalias también
negras con bastante tacón. Era como si una niña hubiera intentado vestirse de
mayor, y lo que había conseguido era mantener su apariencia angelical pero
revestirse a la vez de un halo de morbo inmenso.
Bajé del coche y me acerqué a ella
andando. Cuando me vio de lejos redujo el paso y me saludó con la mano. Nos
dimos dos besos en las mejillas, que ella me los dio casi en la comisura de los
labios. Mmmmmmmmm.
"Me alegro mucho de volver a
verte", le dije.
"Yo también",
contestó. "Perdóname el retraso pero la última ponencia se ha
alargado más de lo previsto"
"No te preocupes. Si por lo menos ha
sido interesante…."
"No te creas",
me dijo. "Aunque tampoco creas que me he enterado de mucho de lo que decían.
Tenía la mente en otras cosas"
"¿Ah, si? ¿En qué?",
pregunté. Era una pregunta evidentemente malintencionada y cuando la hice me
dio la impresión de ir demasiado deprisa.
"Anda, vamos a comer. Estoy muerta de
hambre"
Subimos en el coche y arranqué. Empezamos
a hablar de su estancia en Valencia. Había venido a un congreso sobre psicología
clínica, o algo así, y por lo visto las ponencias estaban alcanzando un
interesante nivel. La verdad es que se la veía emocionada con su trabajo, y
durante todo el trayecto me habló de los proyectos que tenía en relación a su
carrera: abrir otro gabinete, especializarse en niños, etc. etc
Yo conducía hacia un restaurante que está
situado a pocos kms. de Valencia, cerca de la Albufera y en el que hacen un
arroz fantástico. El trayecto se pasó en un suspiro y cuando nos dimos cuenta
ya estábamos sentados delante de una mesa que yo había reservado previamente.
"Me has traído a un sitio
bonito", me dijo
"Cuando estuve en Barcelona me
llevaste a un buen restaurante, y yo no podía ser menos",
respondí
Y tenía razón. El sitio era bonito, pero
además estaba bonito. Hacía un día espléndido, soleado, y estábamos
sentados en una terraza, con sólo otra pareja en el restaurante y una sensación
de tranquilidad que contrastaba con el mogollón en el que estábamos metidos sólo
quince minutos antes en la ciudad.
Pedimos la comida y una botella de vino
blanco muy frío. Empezamos a hablar de muy distintos temas y a medida que
avanzaba el tiempo iba aumentando la velocidad con la que vaciábamos nuestras
copas de vino. En los postres teníamos los dos esa sensación de medio mareillo
que provoca una abundante comida con un buen vino.
De repente, y cambiando radicalmente el
tema de conversación, me dijo
"¿Te das cuenta? Llevamos un buen
rato charlando y aún no ha salido el tema de la noche en que nos
conocimos"
"Es cierto",
contesté. "Respóndeme a una pregunta. ¿Por qué me mandaste anoche el
mensaje al móvil?"
"Porque estábamos de fiesta en tu
ciudad, en bares que me imagino que tú frecuentas por la noche cuando sales y
no podía borrarte de mi cabeza. Quería comunicar de alguna manera
contigo"
"¿Y estabas excitada?",
pregunté
"Bebí un par de copas de más. Ya
sabes lo que pasa con el alcohol"
"¿E hiciste algo?",
me atreví a soltarle
"Cuando llegué a casa. Me masturbé"
Me dejó sin palabras. Lo único que se me
ocurrió en ese momento fue vaciar de un trago la copa.
"Ahora contéstame tú a una
cosa", me dijo Cristina. "¿Estás
empalmado?"
"Compruébalo tú misma",
respondí
Alargó su mano por debajo del mantel, la
puso encima de mi paquete y la mantuvo ahí notando cómo crecía mi bulto por
momentos.
"¿Sabes una cosa? Tienes la polla más
grande que me ha follado nunca. No he dejado de pensar en ella y creo que venir
al congreso ha sido una excusa para venir a Valencia a tener otra vez tu rabo
para mí"
"Vámonos de aquí",
le dije. "Me muero de ganas de follarte"
"Todavía no. Antes te la tengo que
comer. Y quiero comértela ya mismo"
"Pero aquí no se te ocurrirá
hacerlo, no?"
"Sígueme dentro de un par de
minutos", me dijo
Se levantó y se fue hacia el servicio de
caballeros y entró. En ese momento aproveché para pagar la cuenta porque no
podíamos desaparecer los dos de la mesa sin levantar sospechas entre los
camareros. Cuando me trajeron la tarjeta de crédito y firmé, me dirigí a toda
velocidad a los servicios y entré. No había nadie, y de los reservados estaban
todos abiertos excepto uno con la puerta entornada, en el que evidentemente debía
estar Cristina esperándome. Entré, cerré tras de mí, y ella se abalanzó
sobre mi boca pegándome un morreo que me puso la polla a mil por hora.
Inmediatamente se arrodilló y, bajándome la cremallera del pantalón, sacó mi
rabo y empezó a chuparme como sólo ella sabía hacerlo. No sé el tiempo que
duró aquella mamada, pero sí recuerdo que por 3 veces entró gente que estoy
seguro oyeron mis gemidos a través de la puerta del reservado. Los labios de
Cristina abrazaban mi polla, y su lengua se movía en círculos, dentro de su
boca, por todo mi capullo. Me la han mamado muchas mujeres, pero ésta mamada
era realmente espectacular. No pude aguantar más y me corrí con una fuerza
brutal, llenándole de leche la boca a Cristina que recogió hasta la última
gota.
Hecho esto, se levantó y se llevó el índice
a los labios, con la boca cerrada, en señal de que no hiciera ruido, indicándome
con la mano que me esperaba en el coche. Salió del aseo y mientras tanto me
entretuve arreglándome el pantalón para hacer tiempo. Salí del restaurante,
no sin antes haber notado cómo dos camareras se sonreían entre sí, señal
inequívoca de que se habían dado cuenta de la jugada, y me dirigí a la calle
donde estaba Cristina esperándome.
Entramos en el coche y me entregó algo
que llevaba en sus manos. Era su tanga, negro, como el vestido, y se lo había
quitado justo antes de meterse en el coche. Me sonrió y me hizo señas, sin
abrir la boca, de que lo oliera. Olía a flujo y estaban absolutamente chopadas.
Arranqué el coche y ella se levantó la falda, mostrándome su coñito depilado
completamente excepto una pequeña mata de vello en la parte superior, justo
como lo recordaba. Subió los pies en el salpicadero y comenzó a hacerse una
paja con la mano derecha mientras que se metía dos dedos de la mano izquierda.
Mi polla estaba otra vez en perfectas condiciones, y yo conducía como podía
mientras no le quitaba ojo a ella que no paraba de gemir, siempre con la boca
cerrada, cuando se acariciaba el clítoris y se daba placer con el metesaca de
los dedos. Con un gesto de la mirada, sin decir nada, me indicó que me sacara
la polla. Yo lo hice, todo esto sin dejar de conducir, y ella se inclinó sobre
mi rabo duro, grande y tieso. En eso sentí una sensación muy extraña, cálida,
como de un líquido caliente en mi polla…. y resultó ser mi propio semen.
¡¡¡ Ella había mantenido en su boca mi leche de la mamada que me hizo en el
baño !!!. Con razón Cristina no había abierto la boca ni dicho nada desde que
me corrí. Y cada momento que pasaba yo descubría más morbo en aquella chica
que era la segunda vez que la veía y que sabía hacer cosas que me excitaban
tanto.
No podía aguantar más la situación. Tenía
que follármela como fuera, así que desvié el coche hacia una zona que se
conoce como el lago del Saler y paré el coche entre unos árboles en la dehesa.
Sólo en ese momento levantó la cabeza de mi polla y me dijo:
"Vamos al asiento de atrás. Necesito
que me la claves entera"
Pasamos a la parte posterior del coche y
yo me senté en el medio del asiento. Cristina entró también y se sentó
directamente a horcajadas sobre mí, metiéndose mi polla por su coñito de un
golpe. Estaba tan mojada que no hubo ninguna resistencia a la entrada de mi
polla, más grande y gorda que nunca. Empezó a moverse arriba y abajo como una
loca, a la vez que yo le metía un dedo por el culo y con la otra mano la
agarraba del cuello mientras nos besábamos en la boca.
"¡¡¡¡¡¡ SIIIIIIIII !!!!!!¡¡¡¡FÓLLAME!!!!!
¡¡¡¡ QUE GANAS TENIA DE TU POLLA !!!!"
Cristina estalló en un brutal orgasmo que
la mantuvo en un gemido continuado de casi 1 minuto. En ese momento no pude
aguantar más y me corrí dentro de su pequeño cuerpecito, notando como mi
leche entraba en su interior y volvía a salir cayendo a través de mi polla por
sus muslos.
Se levantó, me dio un beso en la boca que
casi fue más un mordisco en mi lengua y salió del coche. En eso se puso en la
parte delantera y, tumbándose en el capó con el pecho sobre el mismo, se subió
la falda hasta la cintura y abrió las piernas. Yo seguía dentro del coche y
ella me miró a través del parabrisas invitándome a que saliera y siguiéramos
con la fiesta. Salí inmediatamente y me puse delante del coche. Me agaché y
empecé a comerle el culo, el coñito y la parte interior de los muslos mientras
ella se agarraba a los limpiaparabrisas y los retorcía por el placer que estaba
sintiendo. Yo le metía la lengua todo lo que podía dentro del ano, que ya
estaba tremendamente dilatado esperando mi polla, y Cristina arqueaba cada vez
mas el culo poniéndose casi a 4 patas sobre el capó. La volví a tumbar
totalmente boca abajo y apoyé mi polla sobre su culo. Ella giró la cabeza, me
miró a los ojos y dijo:
"De un golpe"
Y eso hice. Se la clavé tan fuerte por el
culo que lanzó un grito que estoy seguro se oyó en muchos metros a la redonda.
Yo sabía que ella necesitaba marcha y empecé a follármela muy deprisa,
mientras le apretaba los cachetes del culo con las manos. Sus gemidos eran cada
vez más exagerados, y debió correrse hasta 3 veces cuando yo noté que me iba
a correr.
"Cristina, que me corro!!!",
le dije
Ella se sacó mi polla del culo, se separó
de mí y se arrodilló delante, diciéndome:
"Córrete en mi cara. Dame toda tu
leche"
Dicho y hecho. Empecé a lanzar chorros de
semen que le cayeron en la boca, la nariz, los ojos y hasta en el pelo. Hasta yo
mismo me sorprendí que después de haberme corrido ya dos veces aún me quedara
tanta leche. Os aseguro que es lo más excitante que he visto en mi vida ver a
aquella chica, con cara y cuerpo casi de niña, y con la cara llena de semen. Se
levantó y me arreó un beso, con toda la cara como la llevaba, que mezcló
nuestros labios y lenguas con mi leche y que, lejos de desagradarme, me resultó
sumamente excitante.
Nos limpiamos con kleenex que llevaba yo,
entramos en el coche y nos volvimos a dar un beso. Arranqué y me dijo entre
risas:
"¿Tienes previsto venir pronto a
Barcelona? Me muero de ganas de pegar un polvo contigo"
"Antes tendré que recuperarme de éste", le contesté sonriendo. "Pero descuida,
que cuando vaya seré yo quien me reserve para ti"
Volvimos hacia Valencia charlando como dos
buenos amigos. Cuando llegamos al palacio de congresos, antes de bajarse del
coche me dio un beso en los labios diciéndome:
"No tardes en venir a mi ciudad.
Deseo mucho tu polla"
Nos despedimos y regresé a mi despacho. A
la mañana siguiente recibí otro mensaje escrito en el móvil que decía:
"ESTOY EN EL TREN DE VUELTA A CASA. HA SIDO FANTÁSTICO ESTAR EN VALENCIA.
POR TODO. HASTA PRONTO"
Esta ha sido, de momento, la última vez
que he visto a Cristina.
Javier